Capítulo sesenta y tres

Algo afilado perforó mi piel. Lo sentí mientras dormía. Estaba muy lejos en el mundo de los sueños, pero sentí el dolor. Hice una mueca e intenté abrir los ojos. Un hombre con una mascarilla quirúrgica azul se cernía sobre mí.

—¡No puedes estar aquí! —gritó Margot.

—Sáquenla de aquí —ordenó Max.

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