CAPÍTULO 23

Tres días más tarde, me levanté con esas náuseas que tanto odiaba. Las matutinas eran las peores, porque me levantaba aún dormida y directo al baño a vomitar. Pero nada era suficientemente malo como para apagar el amor y la felicidad que sentía al pensar en mi pequeño hijo.

—¿Estás bien? —preguntó ...