Un acento.

Espadas.

Los cuatro estábamos frente a la casa de Mila Tills. Era un bungalow, y nuestro ejército estaba disperso por todo el vecindario.

Luna llamó a la puerta y, unos momentos después, se abrió. Una mujer mayor salió, llevaba gafas, tenía el cabello completamente blanco.

—Hola, señora. Soy Luna...

Inicia sesión y continúa leyendo