Capítulo 2 EL DESCONOCIDO

Capítulo 2

El gerente les dio unos minutos a solas mientras organizaba a las demás parejas. El lugar era discreto y privado, Todo estaba diseñado para que nadie se sintiera juzgado. Ahí, las reglas eran claras y la seguridad era prioridad.

Lorena y Patrick estaban sentados juntos. Él tenía la mano sobre su pierna. La miró esperando permiso para avanzar. Ella asintió, pero él no pasó de la rodilla. Patrick era respetuoso. Entendía que ella era nueva en esto.

—¿Hace mucho están en esto? —preguntó Lorena, bajando un poco la voz.

—Un par de veces, Solo cuando nos provoca, nunca forzamos nada —respondió Patrick.

Del otro lado de la mesa, Verónica era más atrevida. Se aferraba del cuello de Julián mientras se tomaba un trago de tequila doble.

—Lo hemos hecho muchas veces —dijo, mirando a Julián—. Es increíble cuando dejas de pensar en lo que está bien o mal y solo disfrutas, La fidelidad es una idea social, lo importante es que sea consensuado.

Verónica llevaba un escote profundo. Su cuerpo llamaba la atención. Aprovechaba la oscuridad del lugar para acercarse más a Julián, acariciarlo sin que nadie lo notara. Le besó el cuello y le sonrió sin pena.

Patrick seguía mirando a Lorena con atención.

—¿Por qué nos eligieron?

Lorena tragó saliva. Se sentía nerviosa, pero no incómoda.

—Julián cree que Verónica es muy atractiva.

Patrick sonrió.

—A mí me pasó igual. Elegí a la esposa más hermosa del catálogo.

Se acercó y le dio un beso en el cuello. Lorena cerró los ojos. Sentía el corazón acelerado. No sabía si era miedo, deseo o ambas cosas.

Siguieron conversando un poco más, sin profundizar demasiado. Patrick hablaba poco, No intentaba impresionarla, solo estaba presente y eso le gustaba.

Verónica interrumpió la charla.

—¿Tú eres Lorena Smith, verdad? Tengo tu ropa en mi clóset. Toda tu colección. Pero me falta el premio mayor —bromeó mientras jugaba con la oreja de Julián.

Después de unos minutos, el gerente volvió.

—¿Están listos? La habitación está preparada.

Patrick se levantó y tomó la mano de Lorena. Verónica hizo que Julián la tomara de la cintura y caminaron detrás.

—Pedí una habitación especial —dijo Verónica, adelantándose—. Me parece más excitante.

Entraron. Era una sola habitación dividida por una delgada pared. Se escuchaba todo, lorena miró alrededor, confundida.

—¿Por qué elegiste esta? —preguntó.

—Si en algún momento queremos estar todos juntos, es mejor estar cerca —respondió Verónica con naturalidad. Jaló a Julián y se lo llevó a su lado de la habitación.

Patrick se sentó en la cama. Aflojó su corbata y la dejó caer a un lado.

—Haremos lo que tú quieras. Cuando tú quieras.

Lorena no respondió enseguida. Se sentó junto a él, aún insegura.

—¿Y si no quiero nada? —preguntó, sin mirarlo.

—Entonces hablamos. No hay presión —respondió él, tranquilo.

Patrick empezó a contarle sobre su trabajo como CEO. Hablaron de negocios, de diseño, de viajes. La conversación fluyó con facilidad.

De repente, empezaron a oír ruidos del otro lado. Gemidos y jadeos. Verónica gritaba.

—Ya empezaron —dijo, incómoda Lorena.

—¿Por qué aceptaste esto? Eres de las que no haría una locura así, ¿no?

—No soy una mojigata, si eso estás insinuando —respondió Lorena, molesta.

—No lo digo como insulto. Es lo que veo —dijo él mientras tomaba un trago de whisky.

—Te voy a demostrar que no soy cobarde.

Lorena lo besó, Lo empujó sobre la cama, el deseo le ganó al miedo.

Lorena le mordió el labio y lo empujó hacia la cama. Patrick respondió con la misma intensidad. Le subió el vestido hasta la cintura y acarició sus muslos, subiendo lento.

—Mírame —le dijo él al oído—. Quiero verte a los ojos

Ella lo miró fijo, con la respiración agitada.

—¿Eso es lo que quieres?

—Quiero todo —respondió él, con la voz grave—. Y lo quiero ya.

Lorena se sentó sobre él, rozando su cuerpo con el de Patrick. Sintió su erección firme bajo la tela, movió la cadera encima

—Mmm... estás duro —susurró ella mientras se lo decía al oído.

Patrick la agarró fuerte de la cintura. Le bajó lentamente las tiras del vestido y luego el sostén. Cuando sus pechos quedaron al descubierto, los tomó con ambas manos y los besó.

Lorena soltó un gemido ahogado.

—Ay, sí... así...

Patrick la chupó con fuerza. Jugó con su lengua en los pezones. Ella se movía sobre él con desesperación, ya mojada.

—Quítate los pantalones —ordenó ella, con voz ronca.

Patrick obedeció. Se los bajó rápido, junto con el bóxer. Su miembro quedó erecto apuntando directo hacia ella.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó él, tomándose el pene con la mano y frotándoselo despacio.

—Sí... y me lo voy a comer —dijo Lorena mientras se arrodillaba en la cama.

Le agarró la base, lo metió en su boca y lo empezó a chupar con ritmo, jugando con la lengua, bajando hasta lamerle los testículos, luego volviendo a meterlo completo.

—Mierda, Lorena... No me equivoque al elegirte —gimió él, cerrando los ojos.

Ella lo hacía con ganas, lo disfrutaba, gemía suave con su boca llena.

Patrick la agarró del cabello y la guió un poco más rápido.

—Trágatelo, bonita... sí... toda para ti.

Después la levantó.

—Ahora me toca a mí.

La tumbó boca arriba, le abrió las piernas y se las besó por dentro, subiendo con la lengua hasta su panty. Estaba completamente mojada. Le bajó la ropa interior con la boca, la olió, y le empezó a lamer toda la zona.

—Estás empapada —dijo él, sin dejar de chuparla.

Lorena se retorcía.

—No pares... ahí... ahí, Patrick...

Le lamía el clítoris con precisión, luego metía la lengua más profundo. Con los dedos la abría, jugaba con ella como si fuera un postre.

—Ay Dios... me voy a venir... —gritó Lorena entre gemidos, con los ojos cerrados y el cuerpo temblando.

Patrick se lo saboreó completo antes de ponerse el condón.

—Súbete, Quiero sentir cómo me montes.

Lorena se sentó sobre él y se lo metió entero de una.

—¡Ufff... qué rico! —gimió al sentir cómo la llenaba.

Empezó a cabalgarlo con fuerza, moviéndose rápido. Sus pechos rebotaban, él los tomaba con las manos, los chupaba, la agarraba de las nalgas.

—Así, Lorena... cabálgame...

—¡Pégame! —le pidió ella sin pensarlo.

Patrick le dio una palmada fuerte en la nalga, luego otra. Ella se rió entre gemidos.

—Dame más... hazme tuya...

Él la agarró del cuello y la besó. Bajaron el ritmo. Ella se movía en círculos, más lento. El placer la estaba matando.

—Me vengo... me vengo... —gimió ella, con una voz casi llorosa.

Patrick le agarró la cintura y la ayudó a llegar. El orgasmo la sacudió por completo, se aferró a su cuerpo. Él también acabó segundos después, jadeando fuerte.

Quedaron acostados, sudados, sin decir nada. Lorena no podía creer lo que acababa de hacer.

—¿Te gustó? —preguntó Patrick, acariciando su espalda.

—Mucho más de lo que debería —respondió ella, en voz baja.

Se quedaron abrazados un rato. Lorena miró su anillo. No dijo nada. Pero algo dentro de ella se había roto… o despertado.

Lorena salió de la habitación, aunque por dentro todo le temblaba fingio ir firme. Patrick iba detrás de ella, tranquilo, con su camisa desabotonada. Ella bajó la mirada, no quería cruzarse con Julián todavía. No sabía con qué cara iba a mirarla.

Al llegar al área privada del club, Julián ya estaba allí, sentado junto a Verónica. Ella parecía relajada, con una copa en la mano. Él, no. Apenas vio a Lorena, se puso de pie.

—¿Por qué te demoraste tanto? —preguntó Julián, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.

Lorena intentó decir algo, pero no tuvo tiempo.

—Yo sí sé por qué se demoró —se burló Verónica, mientras besaba a Patrick en la mejilla.

Julián se acercó a Lorena y le agarró del brazo con fuerza. No esperó respuesta.

—Vámonos —le dijo sin mirarla a los ojos.

Lorena lo siguió, sin decir nada.

Salieron del club y subieron al auto. El ambiente era pesado. Nadie hablaba, Julián tenía los nudillos apretados sobre el volante. Manejaba rápido, sin mirar a los lados.

Cuando llegaron a la casa, Julián no esperó que Lorena bajara. Se bajó primero, cerró la puerta de golpe y caminó hacia el jardín trasero. Ella fue tras él.

—¿Qué te pasa? —preguntó Lorena.

Él se detuvo en seco y se giró.

—¿Te parece normal lo que hiciste?

—¿Perdón? —Lorena frunció el ceño—. ¿No quedamos en que ambos íbamos a hacerlo?

—Sí, pero tú no tenías que... —Julián tragó saliva, molesto—. No tenía que dejar que nadie te tocará, hacerlo con otro

—¿cómo? —Lorena abrió los ojos.

—¡Te escuché! —gritó él—. Escuché todo, Lorena, tus gemidos, tus suspiros.

—¿Y tú qué hiciste con Verónica? ¿Jugar cartas?

—Sí lo hice con ella, pero tú no debiste —repitió Julián, con la voz cargada de rabia.

—¿Escúchate? Estás diciendo que tú sí podías acostarte con alguien más, pero yo no. ¿Eso me dices?¿Tanto te dolió escucharme disfrutar?

—Me partió en dos. ¿Eso querías?

—Yo no hice esto sola, Julián. No me hables como si fuera una cualquiera. A ti también te gustó. Tú también lo hiciste. ¡No me vengas ahora con moralismos baratos!

Él dio un paso hacia ella.

—No debiste entregarte así, parecías una Puta

—¿Y cómo lo sabes? ¿Porque me escuchaste gemir? ¿Porque te diste cuenta de que alguien más me hizo sentir lo que tú ya no pued

es?

Ese comentario fue un golpe por dentro. Julián apretó los dientes, Levantó la mano y le dio una cachetada.

El golpe fue directo a la cara de Lorena giró con el impacto y se quedó paralizada.

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