Oblígame 3

— ¡Joder nena, sabes a paraíso! — y solo eso dijo, cuando se levantó del suelo, me abrió las piernas y sin temor a nada, se hundió dentro de mí, sin previo aviso, hasta tocar el cuello de mi útero, sacándome un grito de placer extremo — y te sientes como el puto cielo. Es que creo que he muerto y eres dios que me recibe Eiza, no podré no hacerlo de nuevo. Seguiré necesitando esto, una, y otra y otra vez.

Yo no hablaba. El se robaba todas las frases. Mi mente estaba en un completo caos, que mi cuerpo era incapaz de ayudar a controlar. Era suya para lo que quisiera y la sensación de aquel hombre dentro de mí, no me dejaba más opción que entregarme.

Trataba de aguantar la presión que suponía tenerlo tan profundo, por el tamaño y el grosor de su pene, sin embargo, era la manera de embestirme la que me hacía delirar.

Tiró de mis muslos y me arrastró hasta el borde, dejando mis nalgas a punto de escapar de la encimera y tomando impulso hacia atrás, se metió hasta el fondo de mí, endiabladamente.

— ¡Adam, maldito seas! — me dí un golpe en la cabeza cuando me dejé caer contra el espejo.

El no paraba de entrar y salir de mí. Casi no podía moverme, era como si quisiera tomar algo que yo ni siquiera le daba. Estaba descontrolado y me asustaba su forma de hacérmelo. Apoyó una mano contra el espejo y entraba y salía de mí desesperado y veloz.

— ¡Adam, joder! — sentía que lloraría. Había un punto en dónde noté que perdía el control y se iba a no sabía dónde, ni cómo traerlo de vuelta.

Estaba desbocado. Furioso por algo que no sabía que era y en algún punto dejé de disfrutar para empezar a asustarme.

Se lanzó a mi boca y traté de besarlo y soportar su ritmo furioso. Acaricié su rostro y me quitó las manos, me las apresó en la espalda y me miró a los ojos, ese momento justo, dónde no sabía que demonios pasaba, le dijo las cosas suficientes como para hacer que se detuviera dentro de mí, de un solo golpe. Desconcertado. Mirándome perdido.

Aquel momento, a pesar de estar más que exitada con él dentro, me supo a ira, a furia más que nada.

Tratamos de calmarnos. El respiraba demasiado agitado y yo no entendía porque se había descontrolado tanto.

Y a pesar de todo, quería que volviera a hacerme sentir en la gloria. Era demasiado fuerte para el sexo, pude ver en esta pequeña demostración.

— ¿Te he lastimado? — me preguntó soltando mis manos, de manera arrepentida. Bajando tanto la voz, que lo reconocí de vuelta de dónde sea que se hubiera ido.

— Has parado a tiempo.¿Que te pasa? — pregunté, sintiendo su miembro latir dentro de mí. Haciendo que mi cuerpo no lograra dejar de encenderse más todavía. Si es que eso era posible.

— Eres demasiado Eiza, lo siento. Me dejé llevar y son demasiadas cosas. Perdóname — fue a salir de mí y lo apresé con mis piernas.

— ¿Crees que puedas intentar seguir más tranquilo? — propuse negándole el dejarnos a medias.

— Nunca me ha pasado esto follando — colocó sus manos en mis muslos, liberando así las mías de mi espalda — si es verdad que soy bastante brutal en la cama y no cualquiera puede hacerlo conmigo, pero estoy enfadado contigo, joder. Prefiero dejarlo y hablarlo en otro momento, déjalo así. Lo siento.

No entendía que podía hacerlo sentir tanta furia en este momento. Y evidentemente, él no quería decírmelo pero lo importante es que pudo parar, que en el fondo me tenía a mil y que ambos queríamos más. Él decía que no, pero los latidos cavernosos de su miembro decían lo contrario. Y mi contraída vagina suplicaba por más.

— ¿Por qué dices que soy demasiado?— pregunté, moviendome con él, empezando otra vez el juego y soportando la delicia que me provocaba aquel movimiento que yo misma estaba propiciando, tratando de que siguiera de una manera menos bestial, pero definitivamente quería seguir. Nadie nunca me había hecho sentir así y desde luego, quería más.

— No hagas eso — suplicó cerrando los ojos y yo sabía que se refería al ritmo lento, que estaba tratando de imponer para seguir.

— ¡Oblígame!...

Se metió a mi boca. Era imparable. No podía frenarlo, no quería.

Me levantó por las nalgas y me empezó a embestir fuerte, pero con menos brutalidad que antes.

Me aferré a su espalda. Me colgué de sus labios y me subí sobre él, siendo yo ahora la violenta. Tirándole del pelo. Comiéndome su boca y saliendo con fuerza a encontrar cada embestida que me daba.

Nos había llevado hasta la cama, sin dejar de acometer contra mi sexo en todo el camino, mostrando su tremenda fuerza y me dejé caer sobre él cuando llegamos al colchón , sintiéndolo tan dentro que sentí dolor. Pero quería más.

Quería que doliera. Quería sentirlo hasta el fondo. Estaba loca... y loca, quería quedarme.

— Sabía que serías demasiado y me atreví a probarte — lo seguía montando con ímpetu. Con voracidad, clavando mis uñas en su pecho haciendo fuerza para cabalgarlo lujuriosa — somos perfectos juntos. Seremos la destrucción del otro y puedo jurarte que me dedicaré a serlo —  sus juramentos me hacían sentir demasiado suya, sentirlo muy mío y con aquella velocidad impuesta por ambos, llegamos entre sus palabras enigmáticas al orgasmo.

Un orgasmo que nos quitó el aliento. El pecho de uno chocaba con el del otro, de tan cerca que estabamos y de tan fuerte que nos habíamos tomado. Se había sentado, dejando que lo sintiera aún duro dentro de mí.

— No entiendo lo que dices — logré decir, y la verdad no quería saber si estaba entendiendo lo que en realidad entendía.

— ¿Tengo que obligarte a dejar de mentir?

Sus palabras me asustaron. Me sentí en una cuerda floja, de la que no creía que podría salir ilesa.

El no podía saber de mis planes. No creía que supiera el porqué de mi existencia en su vida.

Era demasiado pronto y demasiado nada lo que había hecho, como para haberme auto delatado.

Pero había una manera de saberlo. Aunque esa manera fuera un riesgo más...

— ¡Oblígame!

Capítulo anterior
Siguiente capítulo
Capítulo anteriorSiguiente capítulo