Maldito destino 1

— ¿No decías que no querías nada conmigo? — yo hablaba y el veía mi boca, apretaba mi pecho, me derretía entre sus dedos y se mordía  la suya  — ¿Que no confías en mí, que no te gusta que te toquen? — su mano iba apretando mi nuca cada vez más y acercando mi cara a la suya — parece que eres tú, el que miente y el que no sabe lo que quiere.

Devolvió su vista ardiente a la mía encendida, acarició con más deseo mi pezón y joder, es que no lo detenía. Dejaba que me tocara. Tenía que hacerlo. Quería, hacerlo. Sentirlo era eléctrico. Adictivo. Poderoso y exquisitamente erótico.

—  Quiero tus piernas a mi alrededor — hablaba sobre mis labios sin dejar de mirarme, directo a mis labios — quiero mi lengua dentro de tu boca,  tus manos en mi pelo, quiero tus dientes en mis labios y quiero follarte por horas y días, como nunca he querido hacerlo con otra mujer. Y si miento... — aclaró para no perder credibilidad y demostrar un gran punto —  Es una práctica que ambos estamos ejerciendo muy bien.

¡Oh dios mío ayúdame!

Maldito destino que me había traído con el hombre más seductor del mundo y el único que no podía tener, porque incluso si lo llegaba a disfrutar, nunca sería mío, cuando supiera el porqué de mi presencia en su vida. Y es que justo eso, era el mayor peligro. Que no puedo resistirme y tampoco  puedo o quiero dejarme no hacerlo.

Es una maldita broma macabra del irónico destino, que se divierte con mi puta vida.

— Pues te vas a tener que quedar con las ganas — le dije al oído, tomando su duro miembro con una de mis manos bajo el agua, subiendo y bajando por el, resistiendo la tentación de sacarlo y exprimirlos con mis labios, incluso bajo el agua — vas a tener que decirle a la que vino a chupartela que se apure, que te duele y te palpita por mí — mordí su lóbulo y el apretó mi pecho y soltó mi cuello — y debes aprender que no todas las mujeres te abren las piernas. Que estás buenísimo pero yo lo estoy más. Y que no soy la puta zorra que crees que soy, tratándome de esta manera — me acerqué a su boca y pegué bien mis labios a los suyos, inyectando mis ojos del azul hipnótico de los suyos— calma tus ganas con ella, que yo no soy conveniente para tí. Soy más de lo que ves y sobre todo, mucho más de lo que tocas.

Estaba tan alusinado con lo que dije e hice, que no contestó. Me sacudí su mano de mi seno y entre su cuerpo y el borde de la piscina, me levanté haciendo fuerza con mis palmas en el duro material del mismo y me deslicé hacia arriba, casi rozando su cuerpo, me senté en él, para salir del agua, con el sexo más desbocado que los latidos de mi corazón, pero con la semillita del deseo sembrada, esperando que germinara lentamente y me diera tiempo a cumplir mi encomienda, sin hipotecar mi corazón en el camino.

El aún estaba en el agua. Se había apoyado sobre el bordillo, y su mandíbula exquisita, estaba apoyada sobre sus brazos cruzados.

Me senté en una hamaca y mientras secaba mi cabello largo, lo miraba a través de mis iris pardos, con unas ganas de lanzarme sobre él y desechar cada pensamiento de lógica que mi cerebro compartía con mi razón.

Su mirada insondable, me abrumaba. Me decía tanto sin decir nada, que era casi un duelo de titanes, como se sentía el verlo ahora mismo.

Aquello me sabía a inquietud. A desconfianza y a interés. Yo quería de él, casi lo mismo que estaba segura el quería de mí.

Información y sexo...

El puto móvil volvía a sonar y me hizo dejar de lado la toalla y la deliciosa vista. Me acerqué hasta el aparato y contesté presta.

— ¿Cómo está James? — la pregunta de siempre y la respuesta habitual.

— Esperando a que lo liberes — cerré los ojos al borde del llanto.

Riley, ni siquiera las primeras horas de la madrugada del nuevo año, me daba un respiro. Sus palabras siempre venían encaminadas a hacerme sentir una mala hermana, incapaz e inútil, que no lograba liberar a su pequeño niño de las garras de la mafia.

— ¿Que quieres ahora?...

— Saber por qué no te dejaste follar en esa piscina — no podía creer lo que decía — cuanto antes lo metas entre tus piernas, antes te dirá detalles de lo que quiero saber.

Miré hacia todos lados y casi se me cae el móvil cuando lo ví.

Estaba en una esquina, con dos chicas y un chico, que reconocí como compañeros de Vicki, bebiendo en bermudas, como un amigo más de la fiesta.

— ¿Que haces aquí?¿Estás loco? Te van a ver — se acarició la barba oscura y no podía negar, que era guapo. Endemoniadamente guapo. Justo lo que suelen ser los diablos como él.

— No me conocen, así que nadie más que tú y mi sexy rubia me pueden identificar como “ El diablo”

— ¿Por qué me haces esto? Ya te dije que se necesita tiempo para que Adam confíe en mí, aunque me acostara con él ahora mismo, eso no significaría nada. No puedo preguntarle y esperar que sea sincero en algo así, solo porque nos metamos en la cama.

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