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ALESSANDRO

Cuánto deseaba besarla.

Cuánto malditamente lo deseaba.

El autocontrol y la paciencia eran virtudes que me costaba poseer. Y cuando se trataba de Aria, era difícil contenerme. Pero, maldita sea, tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo. Mirándola, ahí de pie... su cara bonita y sus mejillas p...

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