Parte cuarenta y cinco

—Sierra— gruñí mientras mi mano recorría su estómago y bajaba por su costado.

—¿Qué?— susurró.

—¿Por qué no llevas ropa?— le pregunté, moviendo mi mano sobre su muslo.

—Recuerda el calor corporal— dijo, y se le erizó la piel donde la estaba tocando.

—Me estás matando— dije en voz baja mientras e...

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