Parte cincuenta y uno

—Hola, Kylie—dije cuando sus ojos se abrieron por completo.

Estaba en mi cobertizo en Greenville y Kylie estaba acostada en la mesa de acero inoxidable, bien sujeta. Había sido fácil capturarla, le inyecté una mezcla de acónito mientras dormía, la recogí y me transporté con ella, y le tomó tres hor...

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