Capítulo 66: La promesa de un hijo.

Aquel cielo era precioso; tan azul como nunca antes lo había visto, y tan similar a los ojos de su amado Henrick. Las blancas nubes se movían pasmosas, como siendo empujadas por una tenue y agradable brisa que las acariciaba con amor. El canto de las aves era todo lo que se escuchaba en aquel paraís...