Capítulo 2 Estoy embarazada
~Emma~
Colton no contestaba mi teléfono. Hoy era la cena y, por más que le mandé mensajes, ya era la hora y aún no me respondía. ¿Qué demonios le pasaba?
—¿Y esa cara? —Marcos entró a mi habitación luciendo una bermuda que lo hacía ver apetecible.
—¿Y mi madre? Es peligroso.
—Salió, seguramente a comprar los ingredientes para la cena de esta noche. ¿Ya le diste la noticia a tu novio?
—No me contesta —gruñí—. Tendré que ir a su casa.
—Bueno… —se me acercó y me abrazó con ambos brazos—. ¿Por qué no aprovechamos que Renata no está? Después vas con ese tipo.
Tiré el teléfono en la cama y rodeé su cuello con mis brazos.
—Buena idea, papito —dije con ironía.
Me besó con pasión y me cargó en sus brazos hasta depositarme en la cama. Nos despojamos de la ropa con desesperación, sin dejar de besarnos. Marcos me hizo el amor como nunca, rudo, como tanto me gustaba, besando cada parte de mi cuerpo y marcándome.
Lo que más me excitaba de este romance prohibido era precisamente eso: el hecho de que era prohibido. Teníamos sexo a escondidas de mamá, en su casa, en cada rincón de este lugar.
Su esposo era mío. Ella no lo sabía, pero Marcos me amaba a mí, y eso me hacía sentir poderosa. Me excitaba pensar que este hombre deseaba mi carne joven, la misma que Colton ni volteaba a mirar.
Lo que me llevó a la cúspide del placer esta vez no fue lo pecaminoso del momento, sino imaginar a mi novio. Quise que fuera él quien me estuviera penetrando en ese instante.
¿Por qué quiso salir conmigo si me ignoraba? Yo no era capaz de soltarlo porque me gustaba. Pese a todo, pese a su frialdad y desinterés, lo amaba; me tenía babeando y, por eso, lo mantenía a mi lado: para no dejarlo ir con otra.
Y fue por eso que buscaba consuelo en los brazos de Marcos. Porque él me hacía sentir deseada, me hacía el amor mientras me decía las palabras que siempre quise escuchar de Colton.
¿Y mamá? No me importaba. Siempre la odié, odié su lástima hacia mí, siempre haciéndose la buena en todo. Ella lo tenía todo: familia, comodidad, el amor de su marido perfecto… todo lo que yo siempre había deseado. Ella también me amaba, y gracias a eso yo tenía todo lo suyo, aunque fuera a escondidas. Me daba placer saber que su vida perfecta, en realidad, por debajo era una mierda.
Ahora iba a tener amarrado no solo a Marcos con este bebé, sino también a Colton. Ambos serían míos, todo sería para mí. Mi bebé crecería rodeado de mucho amor.
—Eres increíble —Marcos me besó la nariz con ternura cuando terminamos—. Nunca me canso de ti.
—No lo hagas jamás —le lancé un beso al aire—. Más te vale que te bañes para que no huelas a sexo.
—Soy cuidadoso, no te preocupes.
Salió de la habitación y yo me metí al baño desnuda. Cada vez que terminaba una faena de sexo me sentía poderosa, amada y complacida. Se sentía tan bien.
Me di un baño breve, me puse mi mejor ropa y salí rumbo a casa de mi novio. Mamá todavía no había llegado; aún quedaba tiempo antes de que cayera la noche. Colton tenía que asistir sí o sí, debía hacerse responsable de este embarazo.
Toqué el timbre de su casa hasta cansarme, porque nadie me abría. No pensaba irme de allí hasta verlo. ¿Quién se creía para ignorarme así? Yo era su novia, al menos merecía un poco de atención.
Finalmente, la gran puerta corrediza de la casa se abrió y él apareció con el cabello revuelto, como si apenas se levantara de la cama. Estaba sin camisa y con unos pantalones cortos.
Mis ojos se detuvieron en sus abdominales y apreté los muslos. Cuánto lo deseaba. Era mi novio, pero no podía tenerlo cuando yo quisiera; no me lo permitía.
—¿Qué quieres? —espetó con voz ronca.
—Tengo que hablar contigo, Colton. Has ignorado todos mis mensajes y llamadas.
—Estaba ocupado. Habla.
—¿Aquí afuera?
—Sí, ¿dónde más?
Era un desgraciado… uno al que amaba con locura. No pensaba dejarlo ir, jamás.
—Estoy embarazada —solté, cruzándome de brazos—. Estoy esperando un hijo tuyo.
Su expresión no se inmutó; ni un solo músculo de su rostro cambió. Me miraba con ojos cansados y aburridos.
—¿Qué?
—Eso. Tengo un hijo tuyo en mi vientre. Ayer lo confirmé. Intenté llamarte para decírtelo, pero no contestabas. ¿Recuerdas la vez que nos acostamos borrachos? Pues este es el resultado.
Colton esbozó una sonrisa ladeada y se pasó una mano por la cara, sin responder nada.
—Quiero que vengas conmigo esta noche a casa —demandé—. Te voy a presentar a mi madre y a mi padre… bueno, ya sabes que no son de sangre, pero son mi única familia. Llevamos cuatro meses saliendo, ¿no crees que ya es hora? Debes hacerte responsable de mí y de este bebé.
Mi novio se puso más serio de lo habitual. Observó mi cara por unos minutos, como si estuviera pensando o procesando algo, y después asintió.
—Está bien, iré —aceptó—. ¿A qué hora?
—¿De verdad vas a venir? —mis ojos se abrieron sorprendidos—. ¿Y te harás cargo del bebé?
—Sí, es mío, ¿no? Debo hacerlo. No soy un irresponsable.
Salté sobre él y lo abracé. Pensé que pondría alguna objeción o que dudaría de la paternidad. Como era de esperarse, aunque es frío conmigo, me ama. No tenía dudas de ello.
—Es a las siete —me separé y le sonreí—. Te enviaré la dirección por mensaje. Procura no faltar.
Me dio otro asentimiento y, sin más, me cerró la puerta en la cara.
Volví a casa rebosante de felicidad, casi dando saltos de alegría. Mi relación con Colton se iba a formalizar; tendría a este bebé que uniría a los dos hombres que solo debían vivir para amarme.
Todo iba a ser perfecto. Yo lo era, mi vida lo era. Después de todo, de algo debió servirme que Renata me adoptara: su vida perfecta ahora era toda mía.
