Capítulo 3 Cena entre traidores

~Renata~

No debería estar haciendo esto: cocinando una cena deliciosa para recibir al novio de mi hija, mientras me tragaba el asco de saber que ella se revolcaba con mi marido.

¿Debería arruinarles la velada y desenmascararlos? No tenía cómo. No había pruebas, no podía acusarlos sin quedar como la villana frente a todos.

Terminé la lasaña de carne con vegetales y la dejé reposar sobre el mesón. También preparé un postre; todo un banquete para seguir alimentando esta maldita fachada de familia feliz.

Lo que no lograba entender era cómo seguía de pie, fingiendo que nada pasaba, cuando los veía cruzar frente a mí, reírse y tocarse de una manera que cualquiera consideraría inocente, pero que yo ya no podía ver de la misma forma.

Había sido una completa ciega, una estúpida, por no darme cuenta antes.

—Mamá, ¿qué te parece? —Emma irrumpió en la cocina con un vestido azul cielo, girando en círculos para que la viera—. ¿Qué tal me queda? ¿Bonito, verdad?

—Sí, muy bonito —respondí entre dientes.

—¿Te pasa algo? —puso esa expresión lastimera con la que siempre intentaba hacerme sentir culpable—. No quieres que Colton venga, ¿verdad? Puedes decírmelo, mamá, no tienes por qué fingir...

—No he dicho eso, Emma. No inventes tonterías —mascullé, provocando que se quedara sorprendida—. Solo estoy cansada. Estoy haciendo esto por ti, porque quiero que seas feliz.

Su expresión atónita se transformó en una sonrisa radiante.

—Gracias, mamá. Esto significa mucho para mí. Verás que Colton te caerá bien, es un chico encantador.

—¿Lo quieres tanto?

—No sabes cuánto —susurró, acercándose a mí—. Fue amor a primera vista. Tú debes saber lo que se siente.

—Sí... claro que lo sé.

Nunca me había enamorado a primera vista. Con Marcos fue diferente: nuestra relación tardó en concretarse porque, al principio, apenas le prestaba atención. Pero él insistió, supo cómo conquistarme. Le tomó meses ganarse mi corazón, hasta que nos hicimos novios y después nos casamos. Una historia que parecía de cuento de hadas... y que terminó convirtiéndose en una pesadilla.

—Bueno, termino aquí, mamá. Iré a esperarlo. Ponte algo lindo, ¿sí?

Apreté los dientes con tanta fuerza que sentí que podían romperse. Mi amor por ella, y por Marcos, se había transformado en un odio visceral. Una amargura oscura se instalaba en mi pecho, un resentimiento que jamás había experimentado.

Salí de la cocina con el enojo ardiendo en mis venas. Al llegar a la habitación, encontré a Marcos ajustándose la camisa; estaba sudoroso, y el aire estaba impregnado con el perfume de Emma. No necesitaba pruebas: esos dos malditos habían estado revolcándose mientras yo me mataba cocinando.

—¿Ya llegó el muchacho? —preguntó con fingida calma.

—No —respondí, revisando el clóset hasta dar con un vestido rojo—. Emma lo está esperando ansiosa. Deberías bajar con ella, se veía bastante nerviosa.

—Sí, iré. También tengo muchas ganas de conocer a ese tal Colton.

Antes de salir, noté la sonrisa irónica en sus labios. La misma que confirmaba lo que yo ya sabía: todo lo que Emma estaba preparando no era más que una fachada para encubrir ese amor secreto y enfermizo que compartían. Me dolía aceptar que tenía que presenciar semejante humillación.

Me metí a bañar, dejando que el agua templara mi rabia, y luego me preparé. Elegí ese vestido rojo que abrazaba mis curvas, mostrando lo justo de mi busto. Apliqué mi perfume de rosas favorito, solté mi cabello negro tras un suave cepillado y me maquillé con sutileza, apenas con un poco de base, un toque de rubor y un labial que realzaba mi boca.

Cuando salí del cuarto y escuché el chillido emocionado de Emma desde la sala, supe que su novio ya había llegado.

Bajé las escaleras con toda la calma que pude reunir, ensayando una sonrisa. Abajo me esperaban dos traidores y un pobre iluso que no tenía idea de lo que ocurría a sus espaldas.

El ambiente se volvió espeso en cuanto aparecí frente a ellos. Los tres me miraban fijamente. Marcos, Emma y el recién llegado.

Mis ojos se detuvieron en el muchacho. Era más alto que yo, incluso que Marcos. Su cabello negro brillaba bajo la luz, sus ojos azules tenían una profundidad demoledora, y en él había un aire sombrío que lo hacía aún más atractivo. Vestía solo unos pantalones de tela y una camisa negra, desabotonada en la parte superior, revelando un toque descuidado de su pecho.

Fruncí el ceño, con un malestar que me hervía por dentro. Ese hombre era, sin duda, demasiado guapo. ¿Cómo podía Emma engañar a alguien así? No es que Marcos no tuviera lo suyo, pero al compararlo con Colton, quedaba en ridículo.

—Renata, tú… —Marcos intentó decir algo, pero no pudo. Su mirada me recorrió con total descaro, parecía a punto de babearse frente a mí.

—¿Por qué estás vestida así, mamá? —me reprochó Emma, con irritación.

—¿Desde cuándo necesito tu aprobación para vestirme? —repliqué, alzando la barbilla—. Además, hoy es una noche especial e importante. ¿No vas a presentarme a tu visita?

Colton no esperó a que lo presentaran. Caminó hacia mí, extendiendo la mano mientras una sonrisa encantadora se dibujaba en sus labios carnosos.

—Encantado de conocerla, señora. Soy Colton Betancort, para servirle.

Tomé su mano y él, con una osadía galante, depositó un beso en el dorso como saludo.

—El placer es mío, Colton. Ya tenía ansias de conocerte. Ahora entiendo por qué tienes a mi hija tan loca por ti, y no la culpo, razones no le faltan.

—Mamá —gruñó ella.

Colton me sonrió antes de apartarse para saludar a Marcos, quien salió de su trance y estrechó su mano.

—Pueden ir pasando a la mesa, serviré la cena —les dije con una sonrisa—. Colton, ponte cómodo. Espero que disfrutes de la velada.

—Sin duda lo haré.

Les di la espalda para regresar a la cocina, y sentía el peso de las tres miradas clavadas en mí.

Era incómodo y solo alimentaba mi rabia. Emma lo tenía todo, no le faltaba nada. ¿Por qué había decidido meterse en mi matrimonio? ¿Por qué me arrebató a Marcos? Ahora todo tenía sentido: con razón él ya no me tocaba como antes, ni siquiera me buscaba.

Contuve mi enojo en ese instante. Serví los platos y regresé al comedor, acomodando la mesa y colocando una botella de vino en el centro.

—Buen provecho —dije al sentarme.

La cena resultó menos incómoda de lo que esperaba. Colton se mostró reservado y algo callado, mientras Emma forzaba temas de conversación para captar la atención de ambos hombres. La verdad, fue un completo fracaso.

Sentía la mirada insistente de Marcos sobre mí, quizá sorprendido por mi look provocador de esa noche. Pero lo que realmente me desconcertó fue notar que Colton también me observaba con frecuencia.

Llevó la copa de vino a sus labios, pero sus ojos azules permanecían fijos en los míos. Había algo en esa mirada cristalina que me inquietaba, o quizá me atraía; no lo sabía, solo me hacía sentir un peligro extraño.

—¿Te gustó la cena, Colton? —pregunté para romper aquella tensión—. Espero que sí, puse todo mi empeño.

—Todo ha sido de mi gusto, señora. Le quedó realmente exquisito —respondió sin apartar sus ojos de mí.

Marcos se aclaró la garganta.

—Emma mencionó que tenía algo que contarnos. Ya sabemos que están saliendo, y es más que obvio que aprobamos su relación —dijo el muy cínico—. Emma, ¿qué es eso que tienes para decirnos?

—Bueno... —Emma estiró la mano y entrelazó los dedos con los de Colton sobre la mesa—. La verdad es que estoy embarazada.

No mostré ningún signo de sorpresa, pero Marcos sí. Era un buen actor.

—¿Escuchaste eso, cariño? ¡Un bebé! —exclamó emocionado—. Tu hija está embarazada, ¿no te da gusto?

—¿Gusto? —bebí un sorbo de mi copa—. ¿Qué debería darme gusto? ¿Que en apenas cuatro meses de relación ya esté esperando un hijo de un desconocido? Sí, claro, todo un orgullo y un logro para una jovencita de su edad, ¿no crees?

El comedor quedó en silencio durante unos segundos.

—Mamá, pensé que te alegrarías... —murmuró Emma con el rostro dolido.

—¿Me dirías el motivo por el que creíste eso?

—Tú siempre me apoyas en todo. Dijiste que serías feliz si yo lo era.

—No de esta manera, Emma. Un bebé es una gran responsabilidad —repliqué, amarga, arruinándole la noche—. Si quieres tenerlo, adelante, pero no estoy de acuerdo con lo que haces. ¿Qué sigue ahora? ¿Matrimonio?

—Por favor, Renata, no seas tan dura con ellos. Se nota que se quieren —insistió Marcos a mi lado, tomando mi mano—. Deberías apoyarla, ¿quién más si no tú es la indicada?

Clavé mis ojos en Colton.

—¿Y tú? ¿Te harás responsable? —pregunté—. ¿Piensas casarte algún día con mi hija y hacerte cargo de ambos?

El hombre permaneció inexpresivo. Ni siquiera mostraba entusiasmo, lo cual resultaba extraño.

—Me haré responsable, pero no he pensado en casarme… ni lo haré.

Emma soltó la mano de su novio y lo miró herida.

—Me agrada tu sinceridad —tomé otro trago de vino que me supo amargo—. Puedes seguir con mi hija si lo deseas, hacerte cargo del bebé también, pero eso ya es asunto de ustedes, no mío.

—Renata, ¿por qué estás siendo tan dura hoy? ¡Por Dios! —Marcos golpeó la mesa con fuerza—. Emma tiene mi apoyo. Es muy joven y seguramente ambos se descuidaron, y esto pasó.

—Dije que no es asunto mío. Que ambos lo resuelvan —dictaminé.

Emma miró a Marcos como si pudieran comunicarse con la mirada.

Mientras ellos permanecían absortos en ese pequeño gesto, yo seguía sintiendo los ojos de ese hombre clavados en mí.

Noté que, por breves segundos, su mirada bajó hacia mi escote antes de volver a subir a mi rostro. Sus pupilas se dilataron y apretó la mandíbula.

¿Qué estaba ocurriendo? ¿Era realmente lo que yo creía?

Mis ojos pasaron de él a Emma, que parecía al borde del llanto. La noche no había resultado como ella esperaba. La forma en que miraba a su novio era de añoranza… la mirada pura de una chica enamorada.

En ese instante, mi radar cambió de dirección. No me bastaba con echar a esos traidores a la calle. Quería más… y el objetivo que usaría estaba justo frente a mí.

«Traición con traición se paga».

Capítulo anterior
Siguiente capítulo