Cuarenta y uno

—Estás muy ansiosa, Elizabeth.

—De verdad.

—Dios mío. —Se estremeció—. Estás temblando.

—No dormí... —Levanté la vista y vi una mirada de complicidad en su rostro—. Bien anoche. —Añadí para su beneficio.

—Con lo horrible que te ves, diría que no dormiste nada.

—¿Cómo van las cosas en el restaurante?...

Inicia sesión y continúa leyendo