


Uno
1
ADRIAN
El aroma de las rosas se ha transformado en el hedor de la muerte.
Miro la sangre que brota de sus heridas, la vida que obstinadamente abandona su cuerpo sin pausa ni dudas.
El color rojo mancha su piel clara, pintando riachuelos por sus brazos y piernas y contorneando su suave rostro.
Sus ojos están abiertos, pero no me miran. Su azul está vacío, desaparecido, ya existiendo en algún otro lugar al que no pertenezco.
Sostengo su cabeza en mis brazos, acariciando suavemente su cabello castaño oscuro. Levantando un mechón mojado, inhalo profundamente, buscando lo que posiblemente sea mi última dosis de rosas. No importa si tienen espinas y me pinchan en el proceso. El método no tiene importancia para mí mientras logre lo que quiero.
Lo que me recibe es lo más alejado de las rosas. Ni siquiera es la muerte. Es peor.
La nada.
La insensibilidad.
Un lugar donde ella no puede y no quiere sentirme. Donde terminó todo solo para poder sellar su corazón y su alma.
Solo para poder... desaparecer.
Aparto su cabello de su rostro y rozo mis labios sobre su frente. —Te encontraré de nuevo.
La gente dice que la muerte es el final. Para mí, es solo el comienzo.