Capítulo 5 5

El hombre intentó abrir la puerta, pero tampoco pudo, a todo eso Camila estaba muy callada y ahora era él quien estaba muy desesperado por salir. Le volvió a acusar de ser la cómplice de la supuesta chica a la que le pagaron, y también le exigió que le llamara a ella para que les viniera a abrir la puerta.

Pero, ¿Qué va a saber la inocente Camila quien fue la persona que los encerró?

Luego de que el hombre insistiera tanto y Camila le alegara diciéndole que no sabía nada al respecto, él llamó a alguien y esa persona le dijo que debajo de la alfombra que está en la puerta, se encuentra la llave y que la otra se la había quedado él cuando los encerró.

—¡Se fija, viejo, imbécil, que no era yo la que lo tenía encerrado!— le gritó Camila mientras se va alejando de él, ya para la salida de la misma discoteca en la que estuvieron de fiesta la noche anterior.

—Lárguese por su camino y espero no volver a ver su asqueroso rostro nunca más en mi vida—. Gritó el hombre, pero la chica apenas le escuchó porque ya estaba muy lejos.

Camila llegó a su casa y como siempre, nadie se interesó por saber la razón del porqué llega hasta esas horas de la mañana. Todos están en la sala viendo la televisión, ¡claro! La mayoría de días no quieren trabajar y se la pasan de holgazanes, pues solo están atenidos a que ella les dé dinero para la comida de la semana y los gastos personales de cada uno de ellos.

Y aunque sus padres sean crueles con ella, pero no le duele ayudarles económicamente porque fueron ellos los que le dieron la vida y le brindaron alimentación cuando era una niña; entonces de una u otra forma siente que es su obligación ayudarles con lo poco que gana de sueldo.

Pero no le gusta que hasta para los gustos de su hermana mayor tengo que estar trabajando, y todo por el simple hecho de que ella dice que no nació para trabajar y darle el pulmón a otro, que mejor prefiere estar durmiendo en la casa antes de ser la empleada de alguien, y lo que más le duele a Camila es que su padre la alcahuetea como si fuera una niña, prácticamente en esa casa se hace lo que su hermana mayor quiere y ordena.

Después de darse un merecido baño, se vistió con el traje de oficina y se fue a trabajar. Como lo dije anteriormente, ella es la gerente general en una pequeña empresa de venta de telefonía móvil, y aunque a su jefe no lo conoce nadie allí, pero aseguran que es un magnate millonario del rubro hotelero y otras marcas de tiendas y empresas bajo su responsabilidad.

Al llegar a la oficina se puso a trabajar callada, a ninguno de sus compañeros de trabajo les dirigió la palabra cuando entró, y aunque ellos le saludaron, no les contestó y se hizo como si no les escuchó.

—¡Buenos días, mi querida jefa! —saludó uno de los jóvenes que acaba de pedir autorización para entrar.

—¿Hay alguna novedad? —le preguntó Camila de forma brusca.

—Si la hay, sucede que la jefa, hoy ha venido de malas pulgas, y nosotros como grupo de compañeros de trabajo y amigos, queremos saber qué es lo que le sucede.

—¿Amigos dices? —Cuestionó, colocándose las manos en la cintura como señal de indignación y se puso de pie para amedrentarlo, ya que ella es un poco más alta en estatura que él.

—Eso es lo que somos jefa, más que un equipo de trabajo, somos amigos. —responde el chico en un completo desafío.

—Los amigos no dejan abandonada a una de sus integrantes del grupo, y ustedes eso fue lo que hicieron conmigo anoche. —le reprochó negando con la cabeza.

—¿Pero de qué habla jefa? Si usted misma nos mandó a decir con Karely, que no la esperáramos porque se había encontrado con su novio y se marcharía junto con él.

—¿Karely les dijo eso? —preguntó muy confundida, y es que le cuesta creer que esa muchacha que se ve tan humilde haya sido capaz de inventarse algo como eso.

—Sí, jefa, cuando usted se fue para el baño, ella salió detrás de usted y luego regresó para darnos esa noticia.

—¿Así que fue ella la que me hizo esa trampa? —dijo en voz baja tratando de que el joven no le escuchara, pero al parecer sí lo hizo.

— ¿Cuál trampa, jefa? —preguntó el joven, quien ahora se nota muy confundido por lo que acaba de escuchar. —¿De avisarnos que usted se marchó a pasar el resto de la noche con su novio? —sigue interrogando el muy desgraciado.

— Pero si ustedes saben que yo ni siquiera tengo novio. ¡No puedo creer que sean tan idiotas y le hayan creído a ella! —exclamó muy molesta, y le ordenó que de inmediato le diga a esa muchacha que se presente a su oficina.

Ella estaba furiosa, pero más furiosa se pondrá cuando reciba una visita inesperada que pondrá su vida de cabeza.

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