Jugando con fuego

—Sí —confesé, y mi voz era apenas un susurro.

Su lengua encontró mi clítoris, y me dio un lametón largo y firme que me hizo temblar. Luego se apartó, dejándome al borde.

—No te correrás hasta que yo lo diga —advirtió, poniéndose de pie.

Se desabrochó el pantalón, liberando su verga dura y gruesa....

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