


Capítulo 10
La tensión en el pecho de Oliver se intensificó, apretando sus puños mientras enfrentaba la realidad de sus decisiones.
Había dado la orden de extraer toda la sangre necesaria de Victoria para salvar a Zoé, incluso a costa de poner en peligro la vida de su aún esposa.
El conflicto interno de Oliver se manifestaba en la pregunta que lo atormentaba: ¿Estaba actuando mal al poner en riesgo la vida de Victoria para salvar a Zoé?
Aunque Oliver se percibía a sí mismo como un hombre despiadado, capaz de hacer lo que fuera necesario para lograr sus objetivos, Victoria parecía ser una excepción.
Algo lo detenía de ser totalmente cruel con ella, y ese algo resonaba en sus pensamientos, desafiando su percepción de sí mismo y de las acciones que estaba tomando en ese instante.
Sin embargo, la pregunta persistía: ¿Por qué no podía simplemente eliminar a Victoria de su vida? Ni él mismo podía responder esa pregunta.
Aunque el odio fuera una fuerza impulsora poderosa, algo lo detenía de tomar medidas irreversibles.
El conflicto entre el deseo de liberarse de la presencia de Victoria y las barreras internas que lo frenaban marcaba una dualidad significativa en la psique de Oliver.
Y eso, al mismo tiempo, le molestaba. Sentía que Victoria estaba tratando de manipular su mente.
—Oliver, ¿Cómo está, Zoé? —La voz de Camila resonó al final del pasillo, interrumpiendo los pensamientos tumultuosos de Oliver.
Los señores Solís se acercaban directo a él, ansiosos por obtener noticias sobre el estado de su hija Zoé.
La pregunta de Camila colgó en el aire, creando una pausa tensa mientras Oliver consideraba cómo abordar la situación.
—Señores Solís, lo siento mucho, pero…
—¿Qué le pasa a mi Zoé? —Camila interrumpió cuando la complejidad de las palabras de Oliver le hicieron pensar lo peor.
—Deja que hable, mujer —dijo Esteban, tratando de calmar a su esposa.
La expectación en el pasillo se hizo más palpable, ya que todos esperaban ansiosos conocer el estado de salud de Zoé y las noticias que Oliver tenía para compartir.
—Zoé necesita más sangre de Victoria, pero ella podría estar en peligro si dona más sangre de la necesaria.
Oliver no podía dejar de lado el hecho de que Victoria era hija de los Solís al igual que Zoé, por eso tenía que ser franco ante sus decisiones.
—Ordené que le substrajeran a Victoria toda la sangre que fuera necesaria para Zoé.
La declaración de Oliver resonó en el lugar mientras compartía la decisión que había tomado en relación con Victoria y Zoé.
El rostro de Camila se endureció. Si era totalmente sincera frente a Oliver, no le importaba lo que sucediera con Victoria siempre y cuando Zoé estuviera bien.
Pero no podía actuar de tal forma porque Oliver podría empezar a sospechar por su falta de interés por la vida de Victoria.
Camila comprendía que esta situación delicada podría exponer las durezas y secretos dentro de la familia, algo que deseaban mantener oculto.
Pero de repente toda la atmósfera del momento se vio envuelta en un caos de gritos y sonidos dentro de la habitación de Zoé.
Lo peor pasó por la mente de las tres personas que estaban ahí.
Oliver entró rápidamente seguido de los señores Solís. Todo el personal médico estaba alrededor de una de las camas que ocupaban la habitación.
Para sorpresa de todos, esa cama le pertenecía a Victoria.
Oliver se quedó pasmado cuando vio como el aparato que estaba a lado de ella transmitía un sonido sonoro que indicaba que su corazón no tenía pulso.
—¡Entró en Shock! ¡Rápido, traigan en desfibrilador! —El doctor Owen dio la orden.
Tenían que actuar o Victoria podría morir.
—Suminístrenle tres miligramos de epinefrina.
—¿Qué está ocurriendo? —Oliver preguntó al ver el caos.
—La paciente entró en estado de Shock por la descompensación de sangre. Se lo advertí señor Aguirre.
El rostro serio del médico reflejaba la gravedad de la situación, mientras sus colegas se esforzaban por estabilizar a Victoria.
Haciendo todo lo posible para que Victoria no muriera.
La mente de Oliver empezó a divagar en lo que estaba haciendo y lo que pasaría si Victoria moría.
Ella no podía morir. No quería que muriera. Sin embargo, Oliver se dijo a sí mismo que la razón de sus sentimientos era porque no quería que simplemente muriera sin haberla hecho sufrir lo suficiente.
El rostro pálido de Victoria contrastaba con el caos a su alrededor. Oliver se sentía atrapado en una pesadilla de su propia creación.
La ironía de la situación no pasó desapercibida para él: la mujer cuya sangre había ordenado extraer para salvar a Zoé ahora luchaba por su propia vida.
—Debe salvarla —dijo Oliver con voz tensa, su mandíbula apretada—. Haga lo que sea necesario, pero no puedo permitirme perderla. No puedo permitirme perder a Victoria.
El agarre firme de Oliver en la solapa de la bata del doctor Owen lo hizo retroceder un paso.
Los ojos de Oliver destellaban una mezcla de desesperación y frustración mientras miraba directamente a los ojos del médico.
—Lo entiendo, señor Aguirre. Haré todo lo posible para estabilizar a Victoria, pero necesita comprender que la situación es delicada. La descompensación de sangre fue un riesgo que se tomó.
Oliver asintió con la cabeza, soltando al doctor Owen. Se apartó un poco, permitiendo que el equipo médico continuara su trabajo.
Mientras observaba la lucha por la vida de Victoria, su mente se llenaba de pensamientos tumultuosos.
Camila, parada a un lado junto con Esteban, observaba la interacción entre Oliver y el médico con una mezcla de curiosidad y preocupación.
Los enredos de este dramático giro de los acontecimientos no se escapaban a su atención.
Camila intercambió una mirada significativa con Esteban, ambos compartiendo la misma duda en el aire.
La relación entre Oliver y Victoria se había vuelto aún más confusa con la presente actitud de Oliver.
Mientras observaba a Oliver caminar de un lado a otro, incapaz de apartar la mirada de la cama de Victoria, Camila se preguntó sobre lo que él estaba sintiendo en ese momento.
«Esto no puede estar pasando» pensó Camila, «¿Cómo puede odiarla tanto y al mismo tiempo estar tan desesperado por salvarla?»
Llegándose a preguntar si Oliver sentía algo por ella. Eso no podía ser posible. Ellos se habían encargado de que Oliver la odiara, por lo que supuestamente le hizo a Zoé.
Algo que si le quedaba claro; si realmente Oliver quisiera ver muerta a Victoria, no estaría tan afectado ahora.
Los ojos de Camila se hicieron más profundos, estaba más que claro que no podía permitir que Victoria empezara a gustarle a Oliver.
Finalmente, después de unos momentos que parecieron una eternidad, el desfibrilador emitió un pitido constante.
El equipo médico se retiró de la cama de Victoria, mirándose entre sí con expresiones mezcladas de alivio y preocupación.
—Estabilizamos su ritmo cardíaco, pero está débil. Necesitará tiempo para recuperarse —informó el doctor Owen, con un tono que dejaba entrever la gravedad de la situación.
Oliver se acercó cautelosamente a la cama de Victoria, sus ojos fijos en su frágil figura.
La sala estaba llena de sonidos de maquinaria médica y susurros del personal que continuaba monitoreando su estado.
La tensión en sus hombros se relajó levemente al ver que, aunque débil, el pulso de Victoria era estable.
Sus pensamientos eran un torbellino de emociones contradictorias. La sensación de alivio que lo inundaba era nueva para él, desconcertante incluso.
Había estado tan enfocado en su odio hacia Victoria, en la necesidad de utilizarla para salvar a Zoé, que no había considerado la posibilidad de perderla de verdad.
La confusión en el rostro de Oliver era palpable. Había algo más allá de su deseo de ver a Zoé recuperarse.
Quizás, en el caos de esta situación, se estaba dando cuenta de que sus sentimientos hacia Victoria eran más complicados de lo que estaba dispuesto a admitir.
Miró a Victoria con una intensidad inusual, como si tratara de descifrar sus propios sentimientos.
—Oliver… —La voz de Zoé resonó en la habitación, interrumpiendo la contemplación de Oliver sobre Victoria.
Zoé miró la cama que estaba a su lado y cómo Victoria estaba en ella y Oliver parecía ponerle mucha atención. Algo que no le gustó.
Al girarse, los ojos de Oliver se encontraron con los de Zoé, pero notó algo en la expresión de la joven que le llamó la atención.
Había una mezcla de confusión y descontento en su mirada.
—Zoé, estás despierta. —Oliver se apresuró hacia ella.
Zoé asintió, pero sus ojos seguían fijos en Victoria.
—¿Por qué estás tan preocupado por ella? ¿No deberías estar preocupado por mí?
Oliver sintió un nudo en el estómago. No esperaba esa reacción de Zoé. ¿Eso era verdad? ¿Él estaba preocupado por Victoria? Intentó explicarse rápidamente.
—Zoé, Victoria… ella…
—Victoria me hizo algo terrible, ¿no es así? —interrumpió Zoé, y le recordó con un tono de acusación en su voz—. No entiendo por qué te importa tanto.
La tensión en la habitación aumentó mientras Zoé y Oliver intercambiaban miradas intensas.
Camila y Esteban observaban en silencio, estaban satisfechos en cómo Zoé había podido llevar el tema y recordarle a Oliver, la mala mujer que era Victoria.
Oliver se esforzó por encontrar las palabras adecuadas.
—Lo que hizo Victoria no tiene perdón, Zoé. Pero en este momento, necesitaba su ayuda para salvarte.
Zoé frunció el ceño, claramente insatisfecha con la respuesta, podía notar un deje de pena en su voz.
—No quiero que te preocupes por ella. Solo quiero que te preocupes por mí. Bastante tiempo me quitó a tu lado para que ahora también tengas consideración por su estado.
El conflicto en la habitación era palpable. Mientras Victoria seguía luchando por su vida en la cama, Oliver entendió las palabras de Zoé dándole la razón.
Victoria estaba siendo víctima de lo que ella misma había buscado con todas las acciones que hizo contra Zoé.