


Capítulo 6
—¿Qué estabas planeando, Victoria? —la voz de Oliver resonó con un tono de enojo apenas contenido.
Victoria levantó la vista, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y nerviosismo al ver a Oliver.
—No iba a huir… Solo me estaba mudando. Era más que obvio que no me quedaría en la casa de mi exmarido… —se apresuró a explicar, pero Oliver la interrumpió.
—¿Escapar? ¿Antes de firmar los papeles de divorcio? —Oliver estaba decidido a obtener respuestas.
Victoria bajó la mirada, evitando el contacto visual. La tensión en la habitación era palpable.
—Oliver, no entiendes… —comenzó a decir, pero él la cortó.
—No entiendo muchas cosas, Victoria. No entiendo por qué has causado tanto daño, por qué intentaste escapar, por qué… —sus palabras se vieron interrumpidas por la confusión que lo embargaba.
«¿Querías que me quedara a vivir en la misma casa donde tú estarías con mi hermana mientras nos divorciábamos?» Pensó Victoria.
—¿Por qué, Victoria? —la voz de Oliver temblaba ligeramente, mostrando la lucha interna que estaba experimentando.
Victoria lo miró en silencio. Por más que trataba de explicarse, parecía que nada de lo que ella dijera podía tomarse por la verdad.
El silencio llenó la habitación, pesado y denso como un manto. Las palabras de Victoria parecían perderse en el aire, incapaces de romper la barrera de desconfianza y dolor que se había erigido entre ella y Oliver.
Oliver, con la mirada fija en Victoria, luchaba por comprender sus motivaciones, por descifrar la verdad tras sus acciones. Cada intento de explicación de Victoria parecía chocar contra una pared de escepticismo.
—Victoria, necesito entender. Necesito saber por qué. —La voz de Oliver reflejaba una mezcla de frustración y anhelo por la verdad.
Victoria se mantuvo en silencio, sus ojos revelando una lucha interna, una tormenta de emociones que no podía expresar con palabras. La distancia emocional entre ellos parecía insalvable en ese momento crucial.
—Dime la verdad, Victoria. —Oliver insistió, su tono cargado de urgencia y anhelo por la claridad.
El silencio persistió, llenando el espacio con una tensión que se sentía casi tangible. Las emociones, las expectativas y los secretos se agolpaban en la habitación, formando una atmósfera densa y opresiva.
La confrontación pendiente entre ellos parecía ser mucho más que una simple discusión.
—Soy el verdugo en una historia mal contada, una que ni siquiera yo sé.
Oliver se llenó de ira y tomó a Victoria por los hombros y le gritó:
—Solo dime la verdad de una buena vez por todas.
—¿Vas a creerme si te la digo?
—No cuando tu verdad no es genuina.
Victoria bajó la mirada. Parecía que su destino era pagar por algo que no hizo.
—¿Qué me vas a hacer? ¿Dejarme encerrada hasta que confiese algo que no hice?
Oliver, sintiendo la gravedad de la situación, se alejó unos pasos, dejando espacio entre ellos. La confrontación había llevado a un callejón sin salida, y la verdad parecía esquivarlos.
—Si así lo quieres, así será.
—Y si llegara a confesar. ¿Qué va a pasar conmigo?
Victoria estaba tratando de saber cuál sería su destino de hoy en adelante. Conocía el poder de Oliver. Podía destruirla si se le antojara ahora mismo.
—Te mataré tan lenta y dolorosamente como me sea posible. —Las palabras de Oliver no tenían ni un atisbo de duda.
La respuesta de Oliver fue brutal, sin ninguna vacilación. Las palabras resonaron en la habitación, creando un silencio denso y opresivo. Victoria sabía que las amenazas eran reales, así que no pudo evitar que el miedo se reflejara en sus ojos.
Fue en ese momento que Oliver notó el rastro de miedo en los ojos de Victoria, y para su sorpresa, sintió algo extraño.
La crueldad de sus propias palabras debería haberle causado incertidumbre, pero en lugar de eso, experimentó un destello de humanidad en Victoria que nunca había visto.
La vulnerabilidad ante el miedo era un atisbo de autenticidad en medio de la farsa que había sido su relación.
Era un momento extraño, la revelación de la fragilidad de Victoria, provocada por el miedo que él mismo había instigado.
La paradoja emocional que se desató en Oliver lo dejó sumido en una reflexión profunda. Mientras observaba a Victoria, se preguntó a sí mismo sobre la autenticidad de sus amenazas.
¿Sus palabras eran realmente un reflejo de su voluntad de causar sufrimiento, o eran simplemente el eco de su furia en ese momento?
La idea de matar a Victoria, que había sido una declaración firme y cruel, ahora se presentaba como una sombra de duda en la mente de Oliver.
La contemplación de sus propios impulsos oscuros lo llevó a cuestionar sus verdaderas intenciones y a sopesar la promesa que había hecho en nombre de Zoé.
¿En verdad la mataría? ¿Sería capaz de llevar a cabo un acto tan extremo por el bien de Zoé? Las dudas y la confusión se agolpaban en su interior, creando una tormenta emocional que lo hacía cuestionar sus propias convicciones.
Había jurado tomar medidas extremas para proteger a Zoé, pero ahora se encontraba en un momento de debilidad, influenciado por la chispa de humanidad que había visto en Victoria.
La complejidad de los sentimientos hacia ella, la mujer que estaba al borde del abismo, añadía una capa adicional de incertidumbre a la situación.
—¿Qué quieres de mí? —Victoria preguntó derrotada. Parecía que Oliver nunca la dejaría ir sin que ella pagara su deuda con Zoé.
La mente de Victoria se remontó al momento en que descubrió que Zoé seguía viva, un año después de su matrimonio con Oliver.
Sabía que la deuda a la que él se refería estaba relacionada con el engaño sobre la supuesta muerte de Zoé. Su conciencia la acusaba por seguir casada sin revelar la verdad.
Tenía miedo, porque a pesar de que no quería ser egoísta en ese momento, ella lo fue.
Quería tener la oportunidad de acercarse a Oliver y poder lograr que la notara.
Si para Oliver era tan grave el hecho de que no le dijera la verdad sobre Zoé, tenía razón, debía pagar, pero creía que matarla era demasiado extremista.
—Si no quieres que haga de tu vida un infierno, tendrás un bebé para mí y Zoé. —Las palabras de Oliver fueron concisas, mientras miraba la reacción de Victoria.
Esa idea vino de golpe a su mente. Algo le impedía matar a Victoria, sin embargo, eso no cesaba el deseo de hacerla sufrir y que pagara.
Las palabras de Oliver resonaron en la habitación, creando un silencio tenso. La propuesta que acababa de hacer, tan inesperada como impactante, dejó a Victoria aturdida.
La idea de tener un bebé para Oliver y Zoé parecía surrealista, como si la complejidad de la situación hubiera alcanzado nuevas alturas.
La propuesta era una amalgama de emociones complicadas.
Por un lado, la idea de traer un niño al mundo, un ser inocente atrapado en el torbellino de las relaciones complicadas de la familia Aguirre, era abrumadora. Por otro lado, la alternativa de enfrentar el infierno prometido por Oliver también era aterradora.
La mente de Victoria giraba tratando de procesar la magnitud de la elección que se le presentaba.
Algo en la propuesta de Oliver la dejaba intrigada, pero a la vez le generaba un temor profundo.
La dualidad de su deseo de negarse a tal locura y el deseo de evitar su propio sufrimiento la dejaron en una encrucijada.
En medio del silencio que siguió a la propuesta de Oliver, el destino de todos, ahora vinculado a la posibilidad de un nuevo comienzo, pendía en un delicado equilibrio.
—¿Estás hablando en serio? —preguntó Victoria finalmente, su voz era temblorosa mientras buscaba comprender la profundidad de la proposición.
—¿A caso crees que bromeo? —Sus palabras no habían tenido sentido hasta que las dijo en voz alta.
La propuesta de Oliver, aunque desconcertante, empezaba a cobrar sentido.
La idea de que Victoria diera a luz a un bebé para él y Zoé tenía una lógica retorcida, considerando que, según Oliver, fue culpa de Victoria que Zoé quedara estéril.
—No puedes pedirme que haga eso.
Victoria estaba a punto de negarse cuando Oliver volvió a hablar.
—Si te niegas, entonces haré que tú tampoco puedas tener nunca hijos. —Los ojos de Oliver se intensificaron amenazantes—. ¿Crees que no podré hacerlo? Solo rétame. En Mistwood soy el amo de todo y puedo hacer lo que se me plazca con quien sea.
En eso tenía razón. Los Aguirre podían tener todo cuando desearán y como desearán. A Oliver le bastaría con una llamada y unos cuantos miles de dólares para hacer que alguien desapareciera y que nadie preguntara jamás por aquella persona.
Victoria entendía en ese momento que estaba atrapada en las garras del hombre que amaba profundamente, el cual solo quería lastimarla y destruirla hasta que no quedara nada de ella.
Ahora entendía que su peor destino fue haberse cruzado con los Aguirre.
La trama complicada en la que se encontraba la había atrapado en un torbellino de decisiones imposibles y amenazas que iban más allá de lo concebible.
La profundidad de su desesperación y el peso de su peor fortuna se hicieron evidentes, y la sensación de estar atrapada en una red sin escape la consumía.