


Relato No. 2 - EL BESO (SEGUNDA PARTE).
Y me besó. Sin pausas ni esperas, puso sus labios sobre los míos y los masajeó juntos, yo no sabía que hacer con mis manos así que sujeté su cabeza como ella sujetaba la mía, abrí mi boca para respirar y metió su lengua dentro, mis ojos estaban completamente abiertos, los suyos no. Jugó con su lengua contra la mía hasta que decidí imitarla y seguir el juego.
Quitó mis manos de su cabeza y las puso en su cintura, sentía mi rostro lleno de saliva al igual que el suyo y era un poco asqueroso pero ella no se retiraba por lo que yo tampoco. Pegó su cuerpo al mío y movió una de mis manos hasta su cadera, yo apreté por inercia cuando la puerta se abrió de golpe.
—EDER SHANE Y JOLIE CLIFF, A LA OFICINA DEL DIRECTOR AHORA MISMO- el entrenador Robert nos separó de inmediato y las chicas fuera solo mantenían sus bocas abiertas sin emitir sonidos.
Caminamos siendo prácticamente arrastrados por el hombre mayor y cuando Maggie nos vio se sorprendió un poco pero no dijo nada ya que Rob nos arrastró dentro de la oficina sin pedir siquiera permiso.
Tío Víc, eh, perdón, el director Feder estaba al teléfono sonriendo como tonto, seguramente conversando con la tía Mila, cuando nos vio entrar a los tres y puso una cara de sorpresa enorme.
—Cariño, debo colgar— murmuró y trancó, mirando al furioso entrenador con cara de fastidio— ¿Qué pasó esta vez, entrenador?—
—Este... Engendro de Satán— mi tío arrugó el rostro al igual que yo cuando se refirió a mí de esa forma— Estaba abusando de la señorita Cliff en el armario de limpieza.
—Primero que todo, profesor— mi tío se puso de pie y dio la vuelta desde su escritorio a donde estabamos de pie. Jolie tenía los ojos muy abiertos y las mejillas sonrosadas, se veía hermosa— Le prohíbo que se exprese así de los estudiantes, por si no lo ha notado, aquí hay niños. No miembros de sectas satánicas. Segundo...— él se arrodilló frente a Jolie sin importarle arrugar su traje, así era él— ¿Señorita Cliff, podría ser tan amable de explicarme con sus palabras lo que pasó?— su voz era suave e hizo que Jolie tomara confianza y avanzara un paso
—Di la verdad, muchacha. No te dejes intimidar por ese hijo sabrá Dios de quién— dijo el entrenador mirando con severidad, causando que se encogiera en su lugar de nuevo y ganándose una mirada de advertencia del director.
—Eder... Yo, le envié una carta a Eder diciéndole que nos viéramos ahí. Él... es un niño muy lindo y yo... Yo lo besé. Él no me hizo nada malo, mis amigas sabían que me gustaba y me ayudaron un poquito, yo lo siento, sé que somos pequeños y...— se disculpó ella mirando al suelo mientras mi tío se ponía de pie y palmeaba dos veces su cabeza.
—Listo, tranquila linda, gracias por decir la verdad— le dijo mi tío con una tranquilizadora sonrisa— ¿Cuantos años es que tienes tú, Jolie?
—Once, director— dijo con su voz infantil. Él miró con severidad al hombre de traje deportivo que ahora tragaba grueso pero que no dejaba de mirar con rencor en mi dirección.
—Bien, Eder tiene nueve, ¿Cierto?
—Sí, director— dije obedientemente.
—Excelente, pues espero que esto no se repita niños, o me veré obligado a llamar a sus padres. Eder, ya sabes lo que hablamos, por favor, escucha lo que te digo— asentí en su dirección y caminé a la puerta seguido de Jolie— Ahora, déjennos a solas, el entrenador y yo tenemos algo de que hablar.
Salimos y ni me despedí de Maggie cuando, frente a la puerta reflejante Jolie tomó mi mano entre la suya, la miré con los ojos muy abiertos y me sonrió ampliamente.
—Ahora eres mi novio, Eder. Y yo me casaré contigo.
Yo abrí mi boca, no sé qué iba a decir, pero ella me dio un pico en los labios y salió corriendo entre risas, me quedé de pie, ahí, como tonto hasta que el timbre del regreso a los salones me sacó de mi estupor.
El día acabó y no di chance a que Jolie me atrapara de nuevo con la guardia baja, cuando el timbre sonó y el último profesor del día salió antes que nosotros, recogí mis cosas rápidamente y la busqué con la vista, estaba de pie frente al escritorio de una chica y sus amigas alrededor, estaban todas riendo de algo y ella acomodaba su cabello detrás de su oreja.
Corrí en su dirección y le robé el pico que ella me había quitado cuando salió corriendo horas antes. Por supuesto, no soy tan valiente y salí corriendo con las mejillas encendidas cuando la risa de las chicas sonó por todos lados.
Los chicos de papá me esperaban en la camioneta de siempre, usualmente manejaba Botón y Anillos se mantenía a mi lado en el asiento de atrás.
—¿Como están, muchachos?— los saludé con la mano cuando subí y Botón me miró a través del retrovisor.
—Enano, me caías mejor cuando nos decías tíos.
—Sí, ahora que te crees grande no nos quieres— secundó Anillos con un gesto exagerado. Me reí de ellos y sonreí orgulloso.
—No me creo grande, lo soy. Ya tengo novia— declaré y ellos soltaron dos ¿QUÉ? seguidos de felicitaciones.
—Pues no la vayas a meter antes de tiempo— dijo Botón ganándose un golpe en la cabeza por parte de su compañero y yo reí de su actitud, eran muy graciosos.
—Es un niño aún imbécil.
—Hoy nos llevaron donde el tío Vic porque el idiota de Rob nos encontró dandonos un besito— les dije con el ceño fruncido recordando a ese profesor imbécil.
—¿Es ese el entrenador que siempre te castiga?—asentí—¿Qué carajos se trae contigo?
—Ni idea, me odia.
—Pues ya veremos, no creo que tu padre le permita meterse contigo por más tiempo— me encogí de hombros, no sabía qué responder. Papá había cambiado mucho desde la muerte de mi madre y se la pasaba en la calle, normalmente llegaba cuando yo me había dormido o cuando me alistaba para ir a clases.
Me bajé de la camioneta saludando con la mano a los demás que se cruzaban a mi paso, al rededor de veinte hombres enormes y con malas caras custodiaban la casa y nuestra seguridad por lo que ver sus armas todos los días no me afectaba en lo más mínimo.
Fui a la cocina, Esther era la encargada de ahí y siempre me guardaba la comida para que comiera caliente, había llegado hace dos años y me cuidaba bien, la veía con admiración.
Entrando a la cocina vi al tío Bloud salir, lo miré con cara de pocos amigos mientras se tomaba su botella de cerveza, apenas me miró y puso una mano sobre mi cabello revolviéndolo, me sacudí de inmediato, odiaba su toque.
Esther se estaba acomodando el vestido cuando entré y al verme secó su rostro, ¿Eran lágrimas? No lo sé, puso una enorme sonrisa al verme y me quitó el bolso de la escuela de mi espalda.
—Te preparé lasagna, Eder. Ven a comer y cuéntame, ¿Cómo te fue hoy?