Capítulo cincuenta y uno

Gracias a Dios, pensó.

Al menos ahora podrían darse un poco de espacio. ¿Cómo es que él siempre sabía qué decir y ella nunca? ¿Cómo es que él nunca parecía sentirse incómodo?

Se desabrochó el cinturón de seguridad y se inclinó para desabrochar el de ella.

—Vamos —dijo—. El helicóptero está esperan...

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