Capítulo treinta y uno

La playa está jodidamente fría, el agua aún más. No puedo surfear, pero Nokosi me lleva a una pequeña caminata que disfruto. Llegamos a la cima de un acantilado y nos quedamos mirando las olas golpeando su cara. Me encanta estar al borde de los acantilados. Me da una cierta adrenalina por lo peligro...