Capítulo treinta y dos

Nos dejamos caer sobre el colchón riendo borrachos... sí... los dos. Incluso Nokosi. Está tan borracho como yo, así que ¿a quién le importa? El interior de la tienda está girando, así que me cubro los ojos con el brazo. Hace frío. No tanto como para temblar, pero solo quiero enterrarme bajo la manta...