Capítulo 119

Louisa había llegado a su límite. Las lágrimas rodaban por su rostro como hilos de perlas rotas. Las secaba bruscamente con el dorso de la mano, pero seguían cayendo, imposibles de detener.

Verla así desgarraba el corazón de George. —Cariño, por favor no llores. Me equivoqué. No debí haberte obliga...

Inicia sesión y continúa leyendo