


3
—¡Matt, Matt, Matt!—mi amigo gritón vociferaba junto con los otros estudiantes, y el hombre de cabello rubio que estaba llamando la atención en el campo sonreía y los animaba aún más a comprar. Rodé los ojos, cubriéndome los oídos—¡Galleta!
—Debí haberme negado.
No me gustaban los lugares con demasiada gente, y menos aún cuando se ponían ruidosos; me quitaban la paz del silencio.
Me asusté cuando Lucas me agarró por los hombros y me sacudió emocionado por el partido, ya que la entrada de Matt les había dado una gran ventaja y estaban a punto de ganar. Sin embargo, estuve a punto de tirar a mi mejor amigo por las escaleras, lo cual me sorprendió nuevamente.
—No, no voy a seguir tus inventos más—le señalé a Lucas desde su cama, donde descansaba después de un juego loco.
Honestamente, cada vez que lo apoyaba, me daba cuenta de que odiaba más el fútbol y que no tenía absolutamente ningún interés en ver a hombres sudorosos corriendo tras una pelota como perros.
—Amy, es la fiesta en la casa de la fraternidad.
—Ni siquiera es aquí; es en otro lugar—crucé los brazos bajo mi cabeza, cerrando los ojos.
—No quiero ir sin ti, y Evan también va a ir.
—Mejor para mí.
Sentí algo caer en mi cara y, sorprendida, me senté de inmediato; le lancé una mirada sucia—Deja de maltratarme cada vez que me niego a hacer lo que quieres.
—Vamos, y nunca más te molestaré—dijo, y lo miré entrecerrando los ojos, sin creer una palabra de lo que decía. Estaba claro que ya había sido castigada por el resto de mi vida con un amigo que le gustaba la locura, mientras yo prefería la paz—En este mes.
—Eso es suficiente para ti—me levanté de la cama resoplando.
—Sí—saltó en su lugar, y rodé los ojos—Vamos a buscarte algo de ropa, corriendo a casa—me jaló del brazo, y salimos de su habitación en busca de transporte hacia el apartamento de mi abuelo.
Una hora después, estaba de pie frente a mi armario, sacando y tirando ropa que seguramente no iba a arreglar porque no eran de su gusto, y me estresaba ese simple hecho.
—Toma un poco de jugo—llegó mi abuelo con dos vasos, que tenían una bebida de color rosa. Sabía que eran fresas, por eso me encantaban, y nadie más que él se tomaría el tiempo de hacer algo sabroso para mí.
—Gracias, señor Madden, es usted un ángel—Lucas agradeció con una sonrisa y lo bebió como si hubiera tenido sed durante varias horas—Agh, delicioso, sigamos con esto.
Mi abuelo lo miró extrañado mientras volvía al pequeño armario para seguir esparciendo ropa por todos lados, y levanté los hombros cuando giró sus ojos curiosos hacia los míos.
—Gracias, abuelo.
Le di un beso en la frente, y después de su sonrisa, peleas con Lucas y muchos suspiros estresados, estábamos de pie frente a lo que a mis ojos parecía un centro de eventos demasiado grande. Debía albergar al menos cinco mil estudiantes universitarios y acompañantes.
—Estoy muy incómoda—confesé, mientras nos rodeábamos de gente al mismo tiempo; traté de acomodar mi vestido para que no se subiera demasiado, ya que el hecho de que llegara a la mitad del muslo y estuviera pegado al cuerpo hacía que se subiera con cualquier movimiento. Lo único que me gustaba de él era la cadena que rodeaba mi espalda baja, mostrando que no llevaba sujetador. Por lo demás, parecía incómodo de llevar.
Si fuera una persona adicta a la atención y que no le importara tener los pezones resaltados en la tela o el trasero casi medio expuesto y una espalda completamente desnuda que dejaba todo a la imaginación, tal vez estaría de mejor humor.
—Tienes que empezar a divertirte y conocer hombres—dijo mi amigo, y suspiré después de que comenzara a arrastrarme hacia el bar para beber—Dos de las bebidas más fuertes que tengas, guapo—giré mi rostro al ver al barman darle una sonrisa corta, dándome cuenta de que no había sido yo quien le dijo eso.
—¿Estás segura?
—Vinimos a volvernos un poco locos.
—No, no vinimos para eso. Quiero una cerveza simple—interrumpí, y el hombre no perdió tiempo en detallarme hasta los muslos donde podía verlo. Sentí que me quitaba la ropa y me la volvía a poner. Resoplé sin que se notara.
—Te habrías quedado en casa ahogando tus penas con eso, pero no es para lo que vinimos—resopló y prácticamente se interpuso entre el barman y yo para que no pudiera pedir nada. Rodé los ojos—Un cóctel estaría bien.
—¿Baño de humo?
—Uy, sí, por favor.
Crucé los brazos molesta, pero rápidamente me di cuenta de que eso resaltaba mis pechos y levantaba mi vestido, así que volví de inmediato a la posición anterior.
—Hola, preciosa—escuché la voz de alguien que conocía y sonreí.
—Hola, Evan—dije y escuché a alguien chillar detrás de mí; sabía que era Lucas.
—Hola a ti también—dijo el de cabello azul, poniendo su brazo alrededor de mis hombros. El moreno solo se dignó a rodar los ojos y se quedó en silencio—Qué bien que me odie.
—No digas eso; algún día le vas a gustar—respondí, y él se apartó de mí para mirarme, lo cual me incomodó.
—¿Quién eres?
Resoplé—Lucas me obligó.
—¿Te obligó?
—No.
—Entonces no te obligó—me mordí los labios; tenía razón. Me lo había puesto yo misma. Sin embargo, él era tan insistente que me estaba volviendo loca. Terminé cediendo—¿Vas a ligar hombres hoy?—preguntó, tratando de burlarse. Sabía perfectamente que, para mí, esas cosas iban y venían; no me interesaban en absoluto.
—Nadie me merece.
—Entonces te vas a quedar sola para siempre—me despeinó y se alejó con una sonrisa.
A veces los odiaba a ambos.
Terminé bebiendo dos vasos de lo que Lucas había pedido porque se veían tan apetitosos con el humo saliendo del vaso y ese color azul llamativo.