Tú hieres mi corazón, tú juegas conmigo…

Archie la miraba fijamente, su rostro endurecido por la ira porque ella lo ignoraba. Kiara, por su parte, mantenía la cabeza baja, limpiando con fuerza el mueble. Sus nudillos se blanqueaban por la tensión. —¿Qué haces aquí? Te estoy haciendo una pregunta, deberías estar en la clínica —espetó Archie...