05. Casa

| Neylan |

Él me ayuda con las bolsas y por suerte tiene un auto. Me siento un poco apenada por la estúpida escena de celos que demostré. Él y yo no somos nada, pero él dijo que le gustó y eso me ilusiona mucho. Me siento como una adolescente con su primer amorío, aunque ya haya tenido varios novios. Él me atrae de una manera que no puedo explicar. Sé que esto no es normal; no debería sentir tanta atracción y conexión por alguien en tan poco tiempo, sin embargo, lo siento.

Ya estamos en el auto. Veo cómo lo enciende y miro detalladamente cada parte de su cuerpo. Su cabello largo, sus cejas pobladas, barba, piel canela, su nariz. Bajo la mirada hacia sus brazos y noto los músculos. Quiero apartar la mirada al darme cuenta de lo acosadora que debo estar siendo. No sé por qué no puedo evitar ver y detallar al hombre que está a mi lado. Es algo que no puedo controlar. Respiro profundamente y me fijo en el camino. Sin embargo, me doy cuenta de que no le he dado mi dirección y ya casi llegamos. No entiendo cómo sabe dónde vivo.

Me tenso y lo volteo a ver. Para mi sorpresa, él me está mirando. Abre la puerta para bajar y yo copio su acción. Él me ayuda a sacar las bolsas de las compras y llevarlas a mi habitación, donde las ponemos en la cama. Cuando terminamos, me volteo y para mi sorpresa, él está frente a mí. Veo un pecho fornido cubierto por una camisa de tela fina que me permite ver la silueta de sus músculos. Alzo la mirada y me encuentro con su cara. Él tiene su mirada en mí. Siento algo indescriptible por el simple hecho de que él me está mirando. Se acerca más a mí e inclina su cabeza, quedando a centímetros de mis labios. Empiezo a ponerme nerviosa. Finalmente, termina con el espacio entre nosotros y comienza un beso dulce y suave. Tiene los ojos cerrados, pero yo no me muevo, estoy en shock. Apenas lo conozco, apenas ha pasado menos de una semana desde que estoy aquí.

Cuando reacciono, me separo de él y le doy una bofetada, no muy fuerte ya que permití que se acercara tanto. Agacho la cabeza y niego. No soy tan fácil, me tengo que hacer respetar o esto terminara peor que las otras veces.

— Voy a hacer té — murmuro — ¿Quieres? — pregunto alejándome de él.

Trato de olvidar lo que pasó. Él no tiene la culpa de que yo no esté preparada. Solo me dejé llevar por tantas emociones y no pensé bien las cosas.

Salgo de la habitación y voy hacia la cocina. Pongo agua en la estufa para hacer el té y después cubro mi rostro con mis manos.

«¿Qué estaba pensando?»

Respiro profundo, pero siento movimiento a mi alrededor. Lo miro y él me entrega un pequeño papel con un escrito.

Perdón, no debería haber apresurado las cosas.

Sonrío, me parece tierno que se disculpe cuando soy yo la que tiene la culpa. Acaricio mi collar, es lindo y sencillo. Me recuerda a él, siento que esas son las palabras para describirlo.

— Soy yo la que debería pedirte una disculpa — murmuro — No debí haber dejado que te acercaras tanto. Apenas nos conocemos — digo apenada.

Veo cómo saca un papel y su teléfono. Primero escribe algo en el celular y luego lo escribe en el papel.

— Quiero algo serio contigo — escribe y yo sonrío.

— Ni siquiera sé tu nombre completo — digo. Veo cómo él estrella su mano contra su cara y niega.

— Me llamo Kurt Schmidt — escribe, dudo que pronuncie bien su apellido.

— Qué nombre tan feíto — bromeo, arrugando mi nariz, y él sonríe.

— Es común en Alemania — escribe en el traductor.

Sonrío. Me parece lindo que escriba en mi idioma. Eso me alegra ya que noto que tiene interés en mí y no son puras palabras vacías.

El agua hierve y la quito del fuego. La echo en dos tazas y pongo las bolsitas de té en ellas para después entregar una en sus manos. Hace frío y me parece excelente para mantener un poco de calor.

Siento una electricidad recorrer todo mi cuerpo cuando nuestras manos chocan y rápidamente las retiro. Cuando termina de beber el té, coloco la taza en el lavado y suspiro. Sigue tomando el té. Hace más frío y escucho cómo empieza a llover de nuevo. Me abrazo a mí misma y me doy cuenta de que esta casa no tiene calefacción, solo una chimenea. Será la primera vez que la use.

Voy hacia ella y gracias al dueño anterior, hay unos palos al lado. Los meto y busco un encendedor. Él me mira mientras me sigue a cada paso que doy. Es tierno y, lo que he notado, muy curioso. Cada vez que busco o toco algo, saca su teléfono y escribe cosas como "¿Qué haces?", "¿Puedo ayudarte?" o cosas parecidas. Cuando por fin enciendo la chimenea, el calor poco a poco me invade y sonrío un poco más. Me siento en la alfombra y él se sienta a mi lado. Nos miramos por unos minutos y se acerca a mí. Por un pequeño momento, pienso que va a besarme, pero sus labios llegan a mi frente dándome un corto y tierno beso. Escucho un ruido y me alarmo. Algo hace click en mi cerebro e inmediatamente busco una de las pocas armas que tengo repartidas por la casa. Me aseguro de que tenga balas y le quito el seguro mientras apunto en dirección a la puerta. Cuando se abre y noto que es un hombre, disparo cerca de él.

— ¡Maldita perra loca! — grita Ann y se cubre la oreja, supongo que el sonido les molestó los oídos.

— ¡Pudiste haberme matado! — dice Miel, estaba cerca del chico.

— No seas dramática, solo la bala pasó cerca. Agradezcan que no apunté para matar — respondo, sé utilizar a la perfección un arma, si los hubiera querido matar no me estarían reclamando.

Ann me mira mal y yo fijo mi atención en los dos hombres que las acompañan.

— Dije que no trajeran hombres a la casa — les recuerdo.

— Dijiste "chicos", no "hombres" — dice Miel. La miro mal y ella borra esa sonrisa estúpida.

— Tú también — me reprocha Ann.

— Es mi casa — digo enojada — ¿se te olvidó? — hablo con fastidio.

— Ellos nos ayudaron a traer las cosas y, además, está lloviendo. Solo será esta vez, lo prometo — dice Miel. Hace un puchero y solo ruedo los ojos, siempre he caido por los ojos de cordero degollado que hace Miel.

— Que no se te haga costumbre — advierto. Ella sonríe y me abraza.

— Voy a hacer sopa para calentarnos — dice Miel. Adiós a mi compra de 15 días, pienso.

Los miro. Los tres miden casi dos metros. Seguro se acabarán mi comida.

— No los mires mal — me regaña Ann.

— No los estoy mirando mal, solo no quiero que estén aquí — aclaro.

En ningún momento los chicos que la acompañan dicen algo, para mí es mejor, aunque por una extraña razón quería estar a solas con Kurt.

No me gusta confiar en la gente y ahora que lo pienso, no sé ni por qué les pedí que me trajeran a casa. Miro mi collar nuevamente, la sonrisa boba se vuelve a formar en mi cara, no puedo creer que me haga tan feliz el pedazo de metal color dorado que rodea mi cuello, admito que es estúpido sentirme así, pero creo que no es algo que pueda controlar.

Pasa alrededor de media hora y Miel está conmigo mientras los demás están en la sala.

— ¿Sabes que es de oro? — dice mirando mi collar — Ojalá mi novio me regalara algo así — frunzo el ceño al escucharla.

— ¡Todavía andas con ese patán! — recrimino.

No puedo creer que después de años ella todavía esté con él. Creo que es el único hombre con quien ella se ha acostado.

— Que no te caiga bien no significa que sea un patán — me contesta.

— ¿Viste las fotos y el video que te mandé hace casi un año? — pregunto confundida.

No lo entiendo. Aún cuando nos separamos, igual me siguen importando y por eso le envié eso para que abriera los ojos.

— ¿Qué video? — pregunta ella tan confundida como yo — Tú nunca me has hablado en estos años, estás loca.

Frunzo el ceño. Busco en la nube y, después de varios minutos, por suerte, logro encontrar el video.

— Vamos a mi habitación — propongo, pero ella niega.

— Lo que vayas a decirme, dímelo enfrente de todos. No entiendo por qué quieres meterte en mi vida después de no hablarnos por años — dice, y ahí me doy cuenta de que Ann y los demás también están en la cocina.

Solo pongo el video en marcha y le tiro el celular a Miel. Ella lo agarra e inmediatamente se escuchan los gemidos. Al ver quién es, se apresura a apagarlo y me mira.

— Que haya dejado de hablarte no significa que no me importes — aclaro.

Ella solo coloca mi celular en el meson de la cocina y sale corriendo supongo a su habitación temporal.

— Eres cruel, no debiste... — me recrimina Ann y la interrumpo.

— ¡Cállate! — exijo — Yo no soy como tú, no disfrazo las cosas. Desde el principio le dije que era un hijo de perra — me acerco a ella — Pero ustedes solo piensan que estaba celosa porque Miel siempre ha tenido muchos pretendientes — ella solo me mira y niega — Y tú muy bien lo sabías todo. Sabíamos que la está engañando, pero si no se lo mostraba, nunca iba a abrir los ojos.

— Era y es su único y primer amor — dice y me río sin gracia — ¿Sabes lo que le dolerá lo que hiciste? — pregunta.

— Es mejor así. Prefiero que sepa la verdad a que viva creyendo que ese idiota le es fiel. Esa es la diferencia entre tú y yo. Tú haces lo que sea para que ella esté feliz; yo le digo la verdad, no importa si ella no estará feliz con eso. No soy una hipócrita como tú — termino de hablar y le doy un ligero empujón.

Ella se va a buscar a Miel y yo solo voy a la cocina para hacer la sopa que Miel ofreció. Sé que le dolió. Ese video me lo consiguió un cadete para que le dieran de baja, supuestamente por un dolor en la pierna, él ya había convencido al médico. Pero yo sabía la verdad. Lo dejé irse ya que lo único que quería era proponerle matrimonio a su novia antes de que lo enviaran a otra misión.

Después de un par de horas, la sopa está lista y todos, excepto Miel, nos sentamos a comer.

— Creo que no nos hemos presentado. Yo soy Adal y él es Anton — dice, apuntando al chico que estaba con Miel — Somos hermanos de este idiota - dice, refiriéndose a Kurt.

Yo solo me limito a darles una sonrisa fingida. Miro a Kurt y lo detallo. Es guapo. Su cabello es largo, atado con una liga, y tiene una barba un poco abundante. Su piel es un poco morena. Tiene brazos grandes y fuertes. Para resumir, tiene un buen físico.

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