


06. Pijamada
| Neylan |
Nunca he sido precisamente una dama refinada. Mientras él disfruta de su comida con elegancia, espalda recta, los codos alejados de la mesa, y un silencio impecable, yo hago todo lo contrario. Mi plato a menudo produce ruidos y no me importa en lo más mínimo. Siempre he sido así: sin pulcritud y algo tosca en mis modales.
Sin embargo, no puedo evitar mirarlo. Siento que soy una acosadora cuando lo hago, pero en mi defensa, es él quien llama mi atención de manera peculiar. He conocido a muchos hombres en mi vida, incluso algunos con mejores cuerpos que el suyo, pero algo en él me atrae. Desearía poder entablar una conversación para conocernos mejor. Ahora que ya no estoy en el ejército, ya no tengo que temer encariñarme con alguien, ya no tengo que sufrir si llegara a quererlo. Finalmente, puedo ser libre y tomar decisiones sin miedo.
Terminamos de comer y Anton se ofrece a lavar los platos, Adal está en la habitación con An y Miel, armando la litera. Estoy sola con Kurt, ambos nos miramos en silencio, y el silencio me resulta incómodo.
— Si quieres, podemos ir a mi habitación para estar más cómodos — sugiero.
Él me lanza una mirada juguetona, y ahí me doy cuenta de lo mal que sonó mi propuesta.
— No es lo que estás pensando, nunca se me ocurriría sugerir eso — me apresuro a decir.
Kurt toma su teléfono y veo que está utilizando un traductor.
— Yo no lo pensé mal... ¿tú sí? — leo en su pantalla.
Lo miro con reproche, pero él sonríe, se levanta y toma mi mano, guiándome hacia mi habitación. Subimos las escaleras y entramos. Él cierra la puerta y me atrae hacia la cama, me empuja suavemente y caigo en ella. Luego, se acuesta y me abraza, colocando su cabeza en mi pecho. Acaricia mi abdomen, y por un momento, pienso que está intentando algo más, pero no, él es tierno. Luego, saca su teléfono y escribe algo.
— ¿Te gustó el collar? — leo su pregunta. Sonrío mientras acaricio su cabello.
— Me encantó. Es lindo y sencillo, me gusta. Aunque no tenías que gastar tanto dinero — murmuro, sintiéndome un poco apenada. Nunca antes me habían regalado algo de oro.
Comienzo a escuchar un ronroneo, y frunzo el ceño. Sigo acariciando su nuca y el ruido se hace más pronunciado.
— ¿Cómo hace ese sonido? — me pregunto en silencio. Es extraño, pero al mismo tiempo, me parece tierno. Continúo acariciando su nuca y el ruido se hace más intenso.
Luego, siento que él empieza a restregarse contra mí como si fuera un gato.
— Este tipo está loco — pienso para mis adentros.
Permanecemos acostados durante varios minutos. Él cambia de posición y ahora me abraza. Mi cabeza está en su cuello mientras él apoya su mentón en el mío. Sus manos están en mi cintura y en mi cabeza. Me encanta estar así, sintiendo su olor varonil y el calor de su cuerpo. Puedo escuchar el flash de una cámara y me levanto, dándome cuenta de que todos nos están mirando, y An nos está tomando una foto.
— Quién diría que la reina de hielo está enamorada — comenta An con burla, y yo solo ruedo los ojos, mirando a Miel.
— ¿Todavía estás enojada conmigo? — le pregunto a Miel.
Ella niega con la cabeza. — No estaba enojada, solo... no quería hablar con nadie. Además, terminé con él a través de un mensaje — dice con la cabeza gacha. Me acerco a ella.
— Hey — la llamo, y ella levanta la cabeza. — Ese idiota no sabe lo que se perdió. Además, no te sientas mal. Todos estos años le fuiste fiel, incluso cuando no se veían durante meses. Él cometió un error, no tú — le doy un pequeño golpe en el hombro y una sonrisa con la boca cerrada. Luego, miro al chico que está junto a ella, y él la mira con cariño y preocupación. Me acerco a ella y le susurro: — Solo abre los ojos y verás que hay alguien que vale la pena — susurro. Ella me mira confundida, y yo le guiño un ojo al chico, sabiendo que me escuchó.
— ¿Qué tal si hacemos una pijamada? — sugiere Miel. La miro con desaprobación, ya que no deberíamos traer a nadie a la casa y ahora quiere hacer una pijamada.
— Claro, sería bueno después de una ruptura amorosa — comenta Anton. Ella baja la cabeza y se dirige a la cocina.
— Sí, eres estúpido — le regaña Adal. — ¿Cómo piensas que te va a querer después de eso? — pregunta.
Anton se pone las manos en la cara en señal de frustración, y luego ellos empiezan a organizar todo. Yo simplemente me retiro a mi habitación, buscando algo cómodo para pasar un rato con ellos antes de irme a dormir. Me pongo una camisa grande que me llega a la mitad de los muslos, ropa interior y unas medias largas que me cubren hasta la rodilla. No me avergüenza, porque en los últimos años he estado rodeada de hombres y ya no me importa si me miran o no.
Bajo las escaleras y desde la escalera veo que todos ya están acomodados en la sala, excepto una persona que me está esperando en la cocina con dos tazas de café humeante. Él me ofrece una taza, la acepto y doy un sorbo.
— Está rico el café — murmuro. Él sonríe y asiente.
Me gustaría que pudiera hablar. Se nota que es un chico atento y cariñoso. Es guapo, con su altura, su cuerpo bien formado, su barba y su cabello largo. Debo admitir que es muy atractivo, aunque su personalidad no encaje completamente con su apariencia física. A pesar de ello, me pregunto qué ve en mí. Soy delgada y pequeña, con un carácter fuerte. No entiendo por qué le llamo la atención, pero me aferro a la esperanza de que pueda haber algo más entre nosotros.
Empieza a olfatear mi cuello y de la nada escucho sonidos extraños salir de su garganta, una mezcla entre ronroneo y gruñido. El sonido es extraño, pero lo que más me sorprende es el aroma que emana de él, es un olor atractivo que parece activar algo en mi interior. Siento cómo mi temperatura corporal comienza a aumentar y mis manos parecen moverse por sí solas, explorando su pecho musculoso. Él gruñe y sus ojos, antes oscuros, cambian a un tono miel.
Mis labios encuentran los suyos y no puedo evitar gemir en su boca cuando nos besamos. Sus manos terminan en mis nalgas, levantándome, y enrollo mis piernas alrededor de su cintura. Mi intimidad está húmeda y late con deseo. Él comienza a caminar torpemente hacia las escaleras y sube al cuarto, cierra la puerta detrás de nosotros y me arroja a la cama antes de quitarse la ropa. No puedo evitar mirarlo con deseo mientras se queda solo en sus bóxer.
Sube mi camisa hasta la cintura y suavemente abre mis piernas, sonriendo al ver lo excitada que estoy.
— Esto no está bien... ¡ah! — jadeo cuando se coloca encima de mí y comienza a simular movimientos. — Por favor, para, por favor... ¡ay!... no sigas... ¡ah! — intento resistirme, pero solo nos separan dos finas telas.
Me pregunto por qué tuve la idea de no ponerme pantalones en ese momento. Besa mi cuello y, con la poca resistencia que me queda, intento empujarlo para alejarlo. Sin embargo, no logro moverlo ni un centímetro. Él continúa y yo arqueo la espalda cuando mete una mano en mis bragas, tocando mi punto más sensible. Escucho sus gruñidos y ronroneos, y aunque trato de separarlo de mí, algo dentro de mí quiere que continúe, a pesar de que apenas nos conocemos.
— Por favor, para, no quiero — miento, aunque mi cuerpo parece traicionarme.
Es demasiado pronto, y él me mira con una sonrisa desafiante como si estuviera retándome.
— ¡Ah! — gimo, incapaz de resistirme a sus caricias. — No hagas eso... ¡ah! — sigo gimiendo.
Mete uno de sus dedos en mi entrada y se siente increíble. Han pasado varios años desde que no tengo intimidad y mi cuerpo parece necesitarlo, aunque yo no quiera.
Escuchamos la voz de uno de sus hermanos fuera de la puerta, y trato desesperadamente de separarme, pero él no me deja.
— Ney siempre tiene hambre, incluso cuando está dormida — dice la voz de Miel.
Intentan abrir la puerta, pero está cerrada. Un rugido brutal sale de Kurt, y eso me asusta.
— ¡Anton, bájame, no soy un saco de papas! — grita Miel.
Eso es suficiente para que mi paciencia se agote. Levanto mi rodilla y la estrello contra sus costillas con todas mis fuerzas, haciendo que se aleje un poco y luego lo empujo para hacerlo perder el equilibrio, haciendo que caiga al suelo.
— ¡Si digo que no, entonces es NO! — le grito, mientras me alejo de él y acomodo mi ropa. Salgo corriendo de la habitación.
«Se siente raro estar tan mojada»
Voy a la sala y me siento en uno de los muebles. Miel pregunta sobre el extraño sonido, pero miro a Kurt, quien parece suplicarme con la mirada que no diga nada.
— Era un documental de animales... estaba buscando algo que ver en la tele — miento, ella solo asiente y me pasa el plato de palomitas. — Voy a echar un poco de sal — murmuro antes de dirigirme a la cocina.
Kurt me sigue, y cuando llegamos, lo enfrento.
— Quiero que te vayas. Si no, le diré a todos quién hizo ese ruido y no tardarán en darse cuenta de que no eres igual a nosotros — lo amenazo, mirando su teléfono cuando me lo enseña.
Perdóname, estaba excitado y...
No quiero leer más, ni siquiera quiero saber lo que sigue.
— Quiero que te vayas y nunca vuelvas — le ordeno, sintiendo el dolor de que lo único que buscaba era acostarse conmigo. Le doy un manotazo cuando trata de mostrarme su teléfono.
— No quiero estar contigo. Pensé que eras diferente a los otros tipos que conocí, pero veo que lo único que quieres es que te abra las piernas y ya — le digo, herida. Sin esperar respuesta, salgo corriendo de nuevo a mi habitación y me encierro. Escucho cómo tocan la puerta, pero no abro. Veo su celular pasar por debajo de la puerta y lo recojo. Cuando voy a leer lo que escribió, recibo un mensaje.
Bruder (hermano en alemán):
Perdí la apuesta, lo hicieron más rápido de lo que pensé. Me debes 50 euros...
Siento un dolor punzante en el pecho al darme cuenta de que solo era un juego para él. Fui una maldita estúpida, me enamoré como una adolescente, y él estaba jugando conmigo. Siento rabia y dolor al mismo tiempo mientras paso el celular por debajo de la puerta.
— ¡TE ODIO! — mi voz se quiebra, y solo quiero ir al baño a llorar. — ¡ERES SOLO UN IMBÉCIL, NO TE QUIERO EN MI CASA, ERES SOLO UN... — no sigo gritando, ya que un ardor en el pecho comienza a quemarme y escucho cómo me llega un mensaje a mi celular.
Kurt:
Como quieras...
Leo el mensaje y le doy un golpe a la puerta. Escucho cómo se va. Lentamente, camino hacia el baño y me meto en la ducha para bañarme mientras descargo todo lo que siento, siento las lagrimas caer una tras otra, pero solo meto mi cabeza bajo el agua.
«¡Soy una estúpida!»