Capítulo 38 — Odio que me hagas esto, Robinson.

[Robinson]

Me desperté de golpe.

No por una pesadilla o el ingreso de un intruso, sino por unos labios sedientos y posesivos que recorrían mi cuello con desesperación y furia.

¿Qué?

—Aurora... —gruñí, mis manos se posaron en sus caderas desnudas, moviéndose deliciosamente encima de mí—. ...

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