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—Donde pudiera. Después de que ese bastardo de Desilva me encontrara, no sabía qué hacer. Sabía que tenía que verlo. Sabía que tenía que mirar el rostro del hijo que abandoné.
Sentí un escalofrío recorriendo mis huesos, y en la oscuridad, miré el rostro del desconocido. Era el anciano que había vis...
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