Capítulo 3. Emociones y sentimientos
En la Torre Evans
Donald e Yves, desayunaron tranquilamente. Al terminar, ella le solicitó que le permitiera llevar lo que sobró, para su mamá y su amiga. Lo cual él no aceptó, sino que encargó dos servicios más de comidas para llevar y que esta le agradeció infinitamente.
—¡No sé, que hice tan bueno, para conocerte! —Exclamó ella con una sonrisa, que resaltaba aún más sus rasgos hermosos y juveniles— ¡Gracias! Por tu gran bondad y por tu noble corazón —afirmó esta agradecida.
Una vez que él dio la orden a su asistente, se levantó. Luego, caminó con ella de la mano y se sentó en el frente de su escritorio, al lado de esta y le preguntó:
—¿Quieres trabajar conmigo?
—¡Dios! —Exclamó ella toda emocionada— ¡Claro que sí! —respondió admirada, contenta y sin quitar su mirada de la de él.
Después, de aceptar la propuesta de Donald, esta le suplicó que le espere, mientras, a su mamá le dan el alta en el hospital. Ella, se comprometió a trabajar en lo que él desee. Ante esta respuesta, él quiso saber más sobre su vida y le preguntó:
—¿Tienes papá, Yves? ¿Hermanos? ¿No, sé, cualquier otro familiar?
—¡No! —Respondió ella categóricamente— A mi padre nunca lo conocí. Así que al irse mi madre, quedaré sola. Pero, como tú dijiste ayer, solo pasará lo que Dios quiere para mí.
»En todo caso, estoy segura, Dios no me abandonará nunca —afirmó, con las palmas de sus manos unidas, a la altura de sus labios.
—¡Así es! —Asintió él, tomando sus manos y llevando estas a sus labios para dar un beso— ¡Bueno! Vamos a esperar que tu mamá se recupere para que comiences a trabajar ¿En qué Hospital la tienes? —interrogó él, pensativo.
—En el Hospital Central, está cerca de donde vivimos —contestó ella, mirando a este fijamente a los ojos y tratando de descifrar ¿por qué él le quería ayudar?
—¡Entonces, vamos! La quiero conocer y ver de qué manera las puedo ayudar —explicó él, en tanto salía con ella, de la oficina.
Donald habló con su asistente, suspendió las reuniones de esa mañana y anunció que regresaría después del almuerzo. Él, llevó las bandejas de comida, para la mamá y la amiga de ella. Finalmente, bajaron por el ascensor privado de su uso exclusivo.
Su asistente personal y sus secretarias estaban asombradas. Él, no se parecía en nada a su hermano, en relación a su carácter y personalidad. Aquel, era muy arrogante, soberbio y a veces cruel con sus empleados, todo lo contrario a Donald. Sin embargo, los dos tenían fama de mujeriegos. No obstante, esta joven no parecía ser su tipo. ¡Especularon!
Por otro lado, desde el punto de vista de su físico, parecían gemelos, solo que con ciertas diferencias de edad. Los dos, son atractivos, altos, atléticos, inteligentes y billonarios. Eran considerados los reyes del ramo inmobiliario, la construcción y de las inversiones tecnológicas.
Al salir de la Torre, ellos dejaron una ola de rumores que llegaron de inmediato a oídos de sus hermanas. Estas, estaban muy intrigadas por saber ¿de dónde conocía su hermano, a esa joven? Al parecer, no pertenecía a su círculo social.
Él, desde ese día, comenzó a ayudar a Yves y a su mamá. Si bien es cierto, que la señora Ivy estaba en las últimas, este logró que los viviera con comodidad y tranquilidad.
En virtud de esto, contactó a la Directora de la Fundación, para que les ayudara. Fundamentalmente, para que Yves no se enterara, que la ayuda venía directamente de él, y así no la rechazara.
Lo primero que hizo, fue sacar a las dos del lugar donde vivían y las trasladó a uno de los apartamentos de su propiedad. Este inmueble, estaba ubicado cerca de la Torre Evans, de tal manera, que cuando Yves comience a trabajar le quede cerca.
Ella, no quería aceptar más ayuda de él, pero a través de la Fundación, la recibió. Esta, trabajó horas para la Institución, a cambio de los servicios que obtuvo para su madre. En este sentido, la habitación de su mamá, fue acondicionada para que recibiera en esta, todo lo que necesitaba.
Además, les hicieron entrega de comidas, medicinas, ropas, calzados, entre otros. Aunado a esto, a Yves le facilitaron todo el equipo tecnológico, que requería para que prestara servicios, sin descuidar a su mamá y obviamente, no necesitó incorporarse a la empresa de él.
Su mamá, estaba sumamente agradecida con Donald por toda la ayuda prestada. También, tenía la ilusión, que se enamorara de su hija, para morir tranquila, al saber que ella quedaba protegida. Él era un hombre bueno, responsable y con mucha humildad, un auténtico ángel de la guarda.
Quince días después…
Reunidos nuevamente en la empresa, las hermanas de Donald, respaldadas por otros socios, exigieron que si en el plazo de un mes, no anunciaba como mínimo un compromiso matrimonial con alguna de sus conquistas, entonces lo obligarán a comprometerse con Laila Thomas.
Donald, enojado y convencido que no necesitaba de esta unión matrimonial, para asegurar su estabilidad y permanencia en el cargo, se levantó de la silla, furioso, golpeando fuertemente la mesa:
—A mí, nadie me obliga a hacer lo que no quiero. Yo no voy a tomar una decisión de esa magnitud, por mero capricho de ustedes —afirmó con severidad, retirándose de la sala de junta, enfurecido y dando un portazo.
En vista de esta situación, se encerró en su Despacho, se preparó un whisky y comenzó a dar vuelta, a la idea de tener un romance con Yves, que no es de su círculo social. Ella, le atrae mucho e incluso puede comprometerse con esta, solo para dar una lección a sus hermanas.
«¡Ya estoy harto de esta amenaza! Cómo de que Laila, me acosé, porque estoy seguro, es ella quien está detrás de todo esto», pensó él, saboreando la bebida.
«¡Veremos, quién gana y quién se sale con la suya», concluyó irónicamente Donald, levantando su vaso, en señal de brindis.
Una semana después…
Al salir de su oficina, Donald había tomado una decisión conquistar a Yves y hasta casarse con ella, lo más rápido posible. Quería realmente castigar a sus hermanas y una forma de hacer esto, era casándose con alguien que no pertenece a su mismo círculo social.
Esa tarde, al concluir su trabajo, decidió visitar a Yves e invitar a esta a cenar. Obviamente, ella rechazó su invitación, puesto que no quería dejar a su mamá sola. Sin embargo, como fue invitada en presencia de esta, la convenció para que aceptara y le aseguró que estará bien.
—¡Perfecto, mami! No obstante, Donald debes esperar que me cambie —afirmó Yves sonriendo y mirando a este encantada.
Ella, ya no lo miraba como hacía un mes atrás. Él estaba despertando en ella, emociones y sentimientos, que nunca antes había sentido por alguien. Sin embargo, estaba bien ubicada, con sus pies bien puestos en la tierra, de que él nunca será suyo.
—¡Guau! Tú no necesitas mucho ¡Eres hermosa, al natural! —Confirmó Donald, dirigiendo una mirada cariñosa a ella, como hasta ahora no lo había hecho.
—¡Gracias! —Manifestó Yves, agradecida y emocionada— En todo caso, no hay mucho para elegir —sonrió, con una mirada profunda.
—¡Tu belleza, opaca lo que sea a tu alrededor! —expresó él, practicando sus dones de conquistador con ella.
Al estar lista Yves, salió del apartamento junto a Donald, caminando el uno al lado del otro, sin rozar para nada sus cuerpos entre sí. Sin embargo, cada uno de ellos, sintió una especie de chispazo que sus cuerpos producían por la cercanía del uno con el otro. Definitivamente, eran emociones nuevas para los dos.
Al llegar al restaurante, Donald se encontró con su amigo John, quien estaba acompañado. Los dos se saludaron, él presentó a Yves a su amigo, el cual quedó asombrado con su belleza. Después, se separaron y este se dedicó a disfrutar la noche con ella.
—¿Cómo te sientes viviendo en el apartamento? —preguntó él, con curiosidad. Mientras el mesero servía las bebidas.
—¡Excelente! Nunca voy a tener como pagarte todo lo que has hecho por mi madre y por mí. Aunque siento que las personas del edificio me miran raro —aseguró ella, haciendo un puchero y agregando— ¡Ninguno es como tú!
—¿Cómo así, que te miran raro? Y ¿Cómo soy yo? —preguntó él sonriendo, observando al mesero, servir lo ordenado.
—¡Me miran, como si apestara! —Respondió ella sonriendo, haciendo nuevamente un puchero, concentrada en los movimientos de él para imitar a este al comer.
—¡Ja, ja, ja! ¡Ignora a todos! —Se carcajeó él, levantando su copa para brindar con ella, insistiendo en su pregunta— Y yo, ¿cómo soy?
—¡Así, todo lindo, bello, amable! Además, eres la única persona después de mi madre, que está tan pendiente de mí —confesó ella con una mirada muy cariñosa.
—¡Ja, ja, ja! —Sonrió el divertido— No ha sido nada, durante el tiempo que estuve fuera del país, me dediqué a ayudar a personas con problemas ¡Buen provecho! —deseó él.
Y así, se dedicaron los dos a saborear y degustar la comida que él pidió. Después, de terminar de comer, ella agregó:
—¿Sabes? Hoy más que nunca, doy testimonio “que no hay mal, que por bien no venga” Y para muestra un botón —abriendo sus brazos y mostrando las palmas de sus manos— Si no me atropellas, no hubiese tenido la oportunidad de conocerte.
»Nuestra vida cambió radicalmente después del accidente. De haber seguido en aquella habitación, mi madre ya hubiera muerto y con los peores recuerdos. Ahora, solo me dice que está preparada para partir —añadió ella.
»¡Cuando Dios lo disponga! Y me aseguró, que se irá feliz —confesó esta, quebrándose su voz.
—¡Tienes toda la razón! —Respondió él— Si no es por el accidente, no nos hubiésemos conocido, no estuviéramos aquí.
»¡Y lamento mucho, lo de tu mamá! —Declaró él, con tristeza y empatía con ella…























































































