¿No me darás mi beso matutino?

La sangre brotaba del centro de la frente de George, una profunda línea roja deslizándose por su rostro. Sus ojos estaban muy abiertos, sin vida y fríos.

—¡Mierda! —gritó Ronan, llevándose las manos al cabello con frustración—. Lo necesitábamos vivo. ¡Quién sabe cuántos más como él están todavía es...

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