CAPÍTULO 82

Dejó el teléfono y se levantó, mirándome con furia. Se agachó para coger su mochila y se giró, pero no llegó a dar más que unos pocos pasos hasta la puerta. La intercepté, tomándola del brazo.

—Puedo explicarlo.—

Se apartó de mí. —¿Qué demonios, Albert?—

—Estaba preocupado por ti…—

—Eso mismo di...

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