¿Qué tengo en el rostro?

—Señor, debemos irnos; los paparazzi se están acercando —informó Kai al verlos desde una distancia.

—¡Cobarde McCarthy! —dijo la madre de Annie por última vez, sintiendo rencor al verlo marcharse—. Mi hija, Dios, ¿por qué ella? —sollozó—. Hijita mía, mi única hija —lloró desconsoladamente mientras continuaba su camino, queriendo que la llevaran al lugar donde quedó Annie.

Son las 4 de la mañana, y Noah está en la sala de espera. Al ver al doctor acercarse, se coloca de pie. —Señor McCarthy...

—¿Qué sucede? —Su voz preocupante hace que el doctor suspire.

—La señorita sobrevivió y ha sido un milagro, así como también la vida que lleva en su vientre, sus trillizos.

Noah no se esperaba que ella estuviera embarazada. —Ha sido un verdadero milagro, señor. Esos bebés hubieran muerto por el impacto... Y eso no es todo. Las quemaduras fueron graves, señor McCarthy. El rostro de la mujer es irreconocible, tiene quemaduras de tercer grado, está sin cabello, partes de su cuerpo con quemaduras y fuertes golpes. Debemos esperar a que ella retome la conciencia para saber si tiene movilidad en su cuerpo.

—Quiero verla...

—Sí, señor. Solo le pido que se coloque el uniforme; es por protección, señor —el médico está agotado.

Abrumador fue para Noah ver a Annie postrada en una cama con heridas graves y un rostro irreconocible. —Lo importante es que está viva... —dijo el doctor para romper el silencio sepulcral.

—¿Cómo es posible que esté embarazada y sigan con vida después de lo que pasó? —el hombre está asombrado.

—Como médico, estoy acostumbrado a estas cosas del destino.

—¿Qué se puede hacer en su rostro?

—Una cirugía solo podría mejorar un poco, pero aún así quedará deforme, señor. No hay mucho que se pueda reconstruir.

—¡Debe haber una solución! —espetó, y no es capaz de acercarse a ella.

—La hay... pero muy pocos la usan, señor. Solo que habría que esperar a que la señorita despierte y tome la decisión.

El silencio vuelve a reinar en la habitación porque Noah McCarthy está sumergido en sus pensamientos.

Nicolai McCarthy está sin palabras tras la pérdida de Annie. La confusión llegó a su vida, pero la amargura se apoderó de su ser. Un hombre frío, serio, con un aura que intimida a cualquiera, ha pasado dos meses desde aquella tragedia que marcó su vida para siempre.

—¡Nicolai! —su madre ingresa a su oficina, toda furiosa, pero no tiene la atención que desea. Él sigue tecleando en su laptop, concentrado—. ¡Te estoy hablando! —le cierra la laptop, haciendo que él se enoje y se quite los lentes.

—¿Qué sucede? —intenta hablarle lo más calmado posible.

—¡Volviste a atrasar la fecha de tu matrimonio!

—¿Y cuál es el problema?

—¡No me hables así, Nicolai! ¿Con quién crees que estás hablando?

—Desearía decir que con mi madre, pero no te comportas como una. Estás en mi empresa, y estoy trabajando. No puedes venir a gritarme e interrumpir.

—¡No me importa! —espetó—. Tú no me vas a ver la cara. Necesito que te cases lo más pronto posible y embaraces a Alejandra. Tienes a una excelente mujer a tu lado y no la valoras.

—¡Una que tú elegiste!

—¡Es por tu bien! Lo único que hago por nuestra familia es crecer para seguir siendo los mejores.

—En mi vida, tú no mandas. ¿Lo entiendes? Yo me casaré, pero cuando sienta que es el momento. Mientras sigan con su absurda idea de la boda perfecta —se coloca de pie.

—¿Qué te pasa, Nicolai? ¡Desde que esa secretaria se murió, ya no eres el mismo!

Él hace silencio. De cierta forma, es algo que no puede superar. Cada noche sueña que ella pide auxilio, la discusión que tuvieron bajo la lluvia, el dolor reflejado en su mirada. —No me digas que te enamoraste de esa mujer —lo mira detenidamente.

—No la vuelvas a mencionar —habla con firmeza—. Y si solo has venido a discutir, vete. No estoy para tus gritos y exigencias.

—Espero que seas un verdadero hombre y digno del apellido McCarthy, donde canceles tu boda con Alejandra. Lo perderás todo y dirás que soy mala, pero luego me lo agradecerás porque solo pienso en lo que es mejor para ti.

—¿Segura? —pregunta con sarcasmo—. ¿O piensas en lo que es mejor para ti?

—No me desafíes, Nicolai. Aún no has conocido qué es descargar mi furia hacia alguien.

En la clínica privada de Los Ángeles, Annie se encuentra aún inconsciente. Las heridas de su cuerpo han mejorado, pero su rostro... parece un monstruo. La enfermera le está haciendo la revisión como lo hace todos los días y más por lo del embarazo. Cuando de repente, —¡Auxilio! —Annie despierta gritando—. ¡Ayuda, por favor, ayuda! —Está agitada, y ese grito asustó mucho a la enfermera, quien casi se le sale el alma del cuerpo.

—¡Señorita, calma, respira! —le pide.

Annie la mira asustada, y el doctor que justamente iba ingresando a la habitación para hacerle un análisis al verla despierta y sentada se acerca de inmediato.

—¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes? —pregunta seguidamente.

—Señorita Annie Beckett, soy el doctor encargado de su caso. Por favor, respire, calma, todo va a estar bien.

—Mis bebé, mi hijo —lleva las manos a su vientre y siente un pequeño bulto. Pero al mirar sus manos y ver cicatrices de quemadura, abre sus ojos de par en par.

—Están bien, sus hijos están bien. Necesito que conserve la calma, por favor.

Pero Annie siente su rostro hinchado y lleva sus manos para tocarlo. —¿Qué me está pasando? —se le salen las lágrimas—. ¿Por qué...? —susurra al sentir su piel rústica—. ¿Qué tengo en el rostro? —pregunta desesperada.

El doctor y la enfermera hacen silencio por segundos. Por lo que Annie, en medio de su preocupación, mira hacia su derecha, donde hay una ventana, y puede ver su reflejo. Pero lo que ve fue un fuerte golpe que la dejó pasmada. —¡No! ¡Dios, no! —empieza a gritar como una loca.

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