12: Pero las mentiras sí a veces

Raegan

Apoyé mi cabeza en el banco y cerré los ojos, dejando que el sol me bañara y lamiera cada centímetro de mi piel expuesta. Suspiré con satisfacción y coloqué mis manos sobre mi estómago. Podía escuchar los sonidos matutinos de la montaña: los pájaros cantando, el viento susurrando y el cru...