63: No te asustes

Raegan

—¿No me lo vas a decir? —gruñó Kai.

—¿Decirte qué? —puse los ojos en blanco mientras servía más huevos revueltos en mi plato.

—Decirme por qué trajiste a ese perro sarnoso a nuestra casa y te acostaste con él bajo mi techo —espetó.

Me quedé quieta y apreté la mandíbula—. No crees realment...