Capítulo 31 El eco prohibido

Las campanas del templo repicaron al amanecer, un sonido grave, prolongado, que no traía consuelo alguno. Cada vibración parecía incrustarse en mis huesos, como si el bronce mismo quisiera recordarme que no había más tiempo, que las decisiones ya no podían aplazarse. No era un llamado de oración,...

Inicia sesión y continúa leyendo