Capítulo 61 El eco del amanecer

No existía el tiempo.

Solo un parpadeo infinito entre la nada y la existencia.

Y en medio de ese silencio cósmico, una llama flotaba.

Era pequeña, casi frágil, pero dentro de ella latían dos corazones.

Uno dorado.

Otro blanco.

Aria y Dante.

El fuego respiraba, y con cada exhalación, el vacío alre...

Inicia sesión y continúa leyendo