¡Mátala!

Me apoyé contra el cabecero y él se acercó más, con un brillo enfermizo en los ojos. Pero ya estaba harta, harta de su comportamiento repugnante, totalmente harta de lidiar con este hombre despreciable. Me incliné hacia la mesita de noche, agarré la lámpara y la estrellé contra su cabeza.

—¡Que te ...

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