Capítulo 2

Kiera

Justo antes de la medianoche, llegamos al club Habana en el centro de la ciudad.

Íbamos vestidas para la ocasión‒yo con una minifalda de cuero, un top tipo tubo negro y sandalias de caimán hasta la rodilla.

Brynn llevaba jeans anchos y una camiseta entallada con las palabras “no me hables” estampadas en el frente. Ya estaba más que harta de lo que había sido nuestra rutina desde la llegada: salir de fiesta hasta el amanecer y luego regresar al hotel para lidiar con las resacas y el agotamiento durante gran parte del día siguiente.

Maris, sin embargo, era la estrella de la noche. Llevaba una sonrisa que no había podido borrar en toda la velada ante la expectativa de su noche. Había venido como lo planeó: sin sostén y con un vestido blanco de algodón.

―Ya se te marcan los pezones ―dijo Brynn señalándole el pecho mientras bajábamos por las escaleras tenuemente iluminadas hacia la entrada principal del club.

―Y también ya estoy mojada ―respondió Maris sin un ápice de vergüenza.

―¡Wow! ―exclamó Brynn.

―Exacto ―dijo Maris―. Yo estoy eligiendo divertirme. Tú puedes quedarte en una esquina con tus zapatos planos tomando agua.

El sello del club fue estampado en la parte interna de su muñeca y luego se deslizó al ritmo de la ensordecedora música electrónica mientras entraba al local.

Puse mi brazo alrededor del cuerpo reacio de Brynn y la conduje junto a mí.

―¿Por qué ella tiene tanta autoridad sobre nuestro itinerario? ―murmuró.

―Porque ella organizó el viaje ―le recordé.

―Si mañana no tengo voz y voto en lo que hacemos, me regreso a casa ―refunfuñó.

―Démosle unos días más ―dije―. Pronto se va a cansar de los clubes y podremos hacer todas las otras cosas divertidas.

Después de eso, ya no pudimos hablar sin tener que gritarnos al oído, así que ahorramos energía y nos dirigimos directamente a la barra.

Dos vasos de martinis sucios ya nos esperaban, y el amado bartender de Maris ya tenía su lengua en su garganta mientras ella se inclinaba sobre el mostrador.

―¡Makmad! ―gritó alguien.

Él se apartó lo justo de su jugueteo para notar nuestra llegada.

―Señoritas ―nos saludó.

Le devolvimos el gesto con un leve asentimiento, antes de dirigirle a nuestra amiga lujuriosa una mirada de reproche.

Fue entonces cuando lo vi por primera vez.

De alguna manera, sentí su mirada sobre mí, como si algo me obligara a girar justo hacia donde él estaba.

Estaba bastante lejos, en la curva de la barra circular, y justo cuando levanté mi vaso, él hizo lo mismo con su vaso de licor dorado.

Hablaba con el hombre a su lado, su atención centrada en él, mientras los vibrantes tonos de las luces del club danzaban en sus ojos, que parecían translúcidos.

Era apuesto, más que cualquier otro hombre que hubiese visto en mucho tiempo, y me encontré incapaz de apartar la mirada. Su rostro estructurado estaba perfectamente afeitado, algo particularmente raro para los que estaban de vacaciones en esta parte del mundo. Había visto alguna que otra barba incipiente, pero una cara completamente afeitada parecía escasa.

Parecía confiado, pero eso no le restaba ni un gramo a la agresividad masculina y cruda que casi podía sentir desde donde me encontraba. Una mandíbula cincelada y el cabello sedoso peinado hacia atrás en ondas perfectas. Sus labios… tenían la curva perfecta para complementar sus facciones. Sus ojos eran tan intensos que sentí que podrían hacerme estallar en llamas si llegaban a posarse sobre mí.

Y lo hicieron.

Se giró como si estuviera completamente consciente de mi mirada y me miró fijamente.

Me volteé de inmediato, mi mano casi fallando al intentar tomar mi vaso como cobertura. Llevé el borde a mis labios, ignorando los latidos furiosos de mi corazón, y miré a Brynn.

―¿Mensajeando con Jared? ―pregunté, al ver su teléfono en mano y la expresión preocupada en su rostro.

―Sí ―respondió―. Hoy se sintió mal. Ni siquiera pudo ir a trabajar.

Inspiré hondo.

―Qué mal.

―Sí.

Entonces noté que Maris no estaba.

―Fue al baño ―me dijo Brynn.

Asentí y me giré para ver toda la diversión que tenían los demás en la pista de baile. Traté de alejar el pensamiento de que quizá ese hombre me había notado de la misma forma en que yo lo noté a él, pero no creí que fuera probable, dado el montón de mujeres que desfilaban cerca de nosotras con faldas aún más cortas y tacones de vértigo.

Conversé y reí con Brynn, pero mi mente ya no estaba con ella. Estaba al otro lado del salón, con el desconocido atractivo al que deseaba con desesperación que se acercara para presentarse.

Dejé mi vaso vacío a mi izquierda y no me molesté en pedir otro. Rezaba al cielo para que él entendiera la indirecta y se acercara con una oferta de invitarme otro.

Los minutos pasaron… y no pasó nada.

Mis esperanzas cayeron mientras luchaba conmigo misma por girar de nuevo hacia su dirección para echar otro vistazo. Pero mi cabeza se negó a moverse, especialmente después de que ya me había atrapado mirándolo. Así que seguí hablando con Brynn.

―¿Cuál es la mejor forma de lograr que un hombre venga a saludarte?

Brynn me miró.

―¿Qué hombre?

―Ninguno ―me removí en el taburete―. Solo pregunto.

―No tengo ni idea ―respondió, volviendo su atención a su celular.

―¿No conociste a Jared en esa cafetería francesa?

―Él se me acercó solo. Yo no hice nada.

―Ah, genial. Entonces estoy jodida.

Entonces me prestó atención.

―¿Dónde está? ―preguntó, comenzando a mirar alrededor.

Mi corazón casi se detuvo.

―Te juro que te pego.

Se rió.

―En serio, ¿dónde está?

Me giré en el taburete hacia la barra.

―A las nueve.

Ella también miró.

―¿Las tuyas o las mías?

―Las mías ―gemí―. Al final de la curva, está hablando con alguien.

Ella miró, discretamente, eso esperaba.

―Ahí no hay nadie ―dijo.

Fruncí el ceño.

―¿Estás segura?

Asintió.

Volví la mirada hacia donde él había estado sentado.

Brynn tenía razón.

Había desaparecido.

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