46. ¡No moriría ese día!

Sollozando incontroladamente, se impulsó para sentarse.

—Contrólate —se ordenó a sí misma—. Sal de aquí.

Un trueno estalló en lo alto sobresaltándola. El barco se balanceó violentamente con el sonido de las olas que chocaban contra el casco. El teléfono se deslizó por la encimera y cayó en el freg...