Capítulo 9

Me giré de lado y me cubrí la cabeza con la almohada, pero las paredes eran demasiado delgadas para amortiguar los gemidos. Por suerte para mí, los sonidos de la derecha se repetían a la izquierda.

—¡Oh, Cheney! Fóllame, por favor, cariño.

Escuché la voz de Cheney, baja y ronca de deseo, seguida d...

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