Trampa para ratones

Dante

—¿Me estás jodiendo, verdad?— Me paso una mano por el cabello aún desordenado por el sueño y miro al capataz de esta sección del almacén.

—N-no, señor.— Su cara ancha se pone roja por el esfuerzo de no gritarme o de no orinarse.

—Bien. Lárgate— escupo.

Tan pronto como el capataz desaparece, p...

Inicia sesión y continúa leyendo