Capítulo 35 — Tus gemidos son míos

Observo atentamente cómo Julian se acerca a su escritorio y abre un cajón, sacando un objeto ovalado: un huevo rosa. Levanto las cejas ante la sonrisa traviesa que se dibuja en sus labios.

—¿Sabes qué es esto, Ángel? —dice Julian con voz ronca, sentándose en su silla, mostrándome ese tipo de conso...