5

—¿Pasa algo? —le pregunto a Lottie mientras miraba boquiabierta a Lucas. Ella parpadeó varias veces y centró su atención en mí.

—No, nada. Es solo que nunca lo había visto por aquí —murmuró, bebiendo su jugo.

—Sí, es mi hermano —le dije, lo cual la sorprendió.

—Vaya, apenas se parecen.

—Eso nos dicen —le sonreí y continué comiendo mi almuerzo. Después de almorzar y recibir las últimas clases, salí del enorme instituto para poder caminar hacia la casa. Era por la tarde y el clima seguía nublado, se parecía a las películas de crepúsculo. Pero aquí no hay vampiros. Ajusté mi chaqueta amarilla y me puse la capucha. Caminé por el camino medio mojado mirando a todos lados. No me gustaban estos caminos solitarios y llenos de bosques. Sentía que en cualquier momento aparecería un salvaje anormal y me atacaría. Tal vez debería haber esperado a Lucas, soy torpe. Miraba constantemente hacia atrás, me sentía algo observada. Entonces escuché el ruido de un motor... era un coche. Me hice a un lado para dejar pasar el coche, pero se detuvo a mi lado y tocó la bocina.

—¿Por qué estás tan sola? —dice alguien dentro. Puse los ojos en blanco en el momento en que reconocí esa horrible voz. Miré a Kessler, sonriendo burlonamente, y pensar que ayer cuando lo vi por primera vez se comportó tan serio y como un total chico malo. Aparentemente es inofensivo.

—¿Qué te importa? —seguí mi camino, pero él me siguió con su coche.

—Ya que vamos casi al mismo lugar, súbete. Te llevo.

Sonreí.

—No, gracias.

—Vamos, pronto lloverá —insistió—, estas lluvias no son buenas y no quiero que te resfríes.

Lo miré con el ceño fruncido.

—¿Y desde cuándo te preocupas por mí? —bufé sin entender. Apenas nos conocíamos desde hacía unas horas.

Qué confianza.

—Solo una sugerencia, gatita —me guiñó un ojo—. Pero en serio, súbete, Eva —su tono era más serio.

—No te molestes, Kessler —apresuré mi paso. Sentí que salió del coche dando un portazo y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba frente a mí. Ese movimiento rápido me desconcertó totalmente.

—Qué... rápido —murmuré, mirando del coche a Kessler. El clima brumoso hacía que Kessler pareciera más pálido de lo habitual. Sus ojos son negros, muy profundos, y estaba segura de haber visto un punto rojizo en su pupila.

Estoy volviéndome loca.

—Eva, estoy tratando de ser amable contigo. Por favor, no lo arruines.

—¿Y quién te ha obligado a serlo? Kessler, en serio, no me hables y ni siquiera me mires. Ve con tu novia y déjame en paz —quería pasar a su lado, pero él me agarró del brazo. Su agarre era fuerte.

—¿Qué? ¿Estás celosa? —sonrió de lado. Su sonrisa me confundió un poco porque me di cuenta de que estoy frente al chico más atractivo y guapo que mis ojos han visto. Tragué saliva y puse los ojos en blanco.

—Lo que tú digas, idiota. Ahora suéltame —quería alejarme, pero en lugar de soltarme, Kessler me cargó sobre sus hombros—. ¿Qué estás haciendo, idiota, bájame! —gritaba mientras me llevaba a su coche—. ¡Me estás secuestrando, ayuda, AYUDA!

—Por aquí no pasa nadie, gatita, así que grita todo lo que quieras.

La desesperación que sentí en ese momento fue horrible. ¡Este chico me estaba secuestrando!

—¡Mi papá es el alguacil de este pueblo, ya verás! —pateé y golpeé su espalda varias veces, pero parecía imperturbable. Más bien, sentí dolor en mi pie por haberlo golpeado. Qué chico tan duro.

—Shhh, cálmate —me manoseó las nalgas... sí, el hijo de puta me manoseó... ¡y me metió en el estúpido coche! Kessler era más alto, más fuerte, más hábil y más inteligente que yo. Eso era obvio. Me puso el cinturón de seguridad y cerró la puerta. No tuve más remedio que ceder, era evidente que no podía contra él. Cuando se subió y arrancó, no dije una palabra.

—Relájate, Eva, es solo un paseo. —En ese momento empezó a llover. Y no era una lluvia tranquila o relajante, no, era una lluvia muy fuerte y bastante intensa.

De lo que me salvé.

—¿Lo ves? —dijo él—. Te lo dije. Hay mucha niebla, apenas veo el camino. —Era cierto, una niebla se asentó y con la lluvia era imposible ver el camino—. Voy a estacionar un poco. —Estacionó el coche con cuidado y lo apagó. Ahora estábamos solos aquí, en silencio, esperando a que la lluvia parara. Si es que paraba. Suspiré profundamente y me dediqué a mirar por la ventana.

—Qué callada estás.

—No tengo que hablar contigo.

—Eva, sí. Ni siquiera sé por qué me odias.

—Porque... —lo miré—... eres el tipo de chico que no me gusta.

—¿En serio? —Parecía no entender o fingía no entender para burlarse de mí.

—Arrogante, manipulador, egocéntrico, creen que son dueños del lugar al que van y son salvajes, buscan pleitos, mandones... si empiezo a decirte tus defectos, no termino nunca.

—Vaya, a simple vista soy una mala persona. Cualquiera que te escuche pensaría lo peor de mí. Y dime, ¿cuándo te diste cuenta de todo eso? ¿Ayer?

Dudé. Quizás había sacado algunas cosas por el enojo que sentía, pero la verdad es que no lo conocía bien y Kessler no ayudaba con sus aires de grandeza.

—No necesito conocerte durante años para saber esas cosas.

En ese momento llegaron los relámpagos y truenos. Los odiaba. Sentí algo de miedo en ese momento, quería estar en casa acostada en mi cama y no aquí con este. Tal vez el coche atrae los rayos, ¡no puede ser! Necesito aire.

Un relámpago vino seguido de un trueno que me hizo estremecer. No me di cuenta cuando agarré el brazo de Kessler con más fuerza.

—Vaya, vaya, miedosa —se burló.

—Sí, Kessler, he perdido las ganas de discutir.

—Está bien. Lo siento. —Su voz era más seria ahora, comprensiva. Y solo por ese momento pude derribar mis muros.

—La verdad es que eres extraño y significas peligro para mí —confesé sin entender por qué.

—Yo pienso lo mismo de ti.

Lo miré. Él me miró. Había algo en ese momento de miradas que me hizo sentir algo en el pecho, algo que nunca había sentido antes y que me asustaba. Kessler parpadeó varias veces y miró hacia adelante.

—La lluvia está disminuyendo —dijo, arrancando el coche y conduciendo por la carretera.

—Claro. —Miré por la ventana porque habíamos tenido un momento y, aparentemente, no era la única que se sentía incómoda.

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