Capítulo 25

Me senté en el borde de la cama, con las palmas de las manos húmedas por el sudor nervioso.

Mi mente seguía volviendo a esa noche en Londres—la puerta entreabierta, la luz tenue en esa habitación desconocida, su voz profunda y mi ridículo intento de aparentar calma.

Había confundido a un magnate fin...

Inicia sesión y continúa leyendo