Capitulo 4

Harry escaneó a Deneb de pies a cabeza, deleitándose con su hermoso y costoso vestido, su madre insistió en contratar al mejor diseñador de todo Francia para que confeccionara el vestido de la chica, donde se usaron las más finas telas y la bellísima incrustación de diamantes en el corsé que remarcaba su estrecha cintura, además de las incrustaciones en el hermoso velo que cubría su rostro. No podía negarlo, era una mujer bellísima, con su piel tan blanca como la más fina porcelana, su largo y sedoso cabello rubio platino, sus grandes ojos grises, con esas tupidas pestañas que la hacen lucir aún más bella, sus rosados y bien formados labios, la nariz fina y aristocrática, sus pómulos ligeramente marcados y el largo perfecto de su cuello, haciéndole ver tan frágil y fina.

Deneb era estilizada, una figura menuda pero bien proporcionada. Fijó su mirada en los blancos pechos de la chica que sobresalían levemente del estrecho escote del corsé, eran medianamente pequeños, pero tan firmes que resultaban tentadores. Se reprendió mentalmente por pensar de esa manera respecto a ella y centró toda su atención en el cura que estaba frente a ellos dispuesto a unirlos en sagrado matrimonio.

— ¡Queridos hermanos, el día de hoy estamos reunidos para ver la sagrada unión de estos dos jóvenes!— De pronto se escucharon los aplausos efusivos de los presentes— Señor Harry Jones, ¿acepta como su legítima esposa a la señorita Deneb Bettencourt, para amarla y respetarla en la salud y enfermedad, en los buenos momentos y las adversidades hasta que la muerte los separe?— El sacerdote observa a Harry esperando una respuesta de su parte.

Harry observó de reojos a Gine y esbozó una triste sonrisa. ¡Dios, como amaba a esa mujer y cuánto le dolía no estar con ella en el altar! Volvió a fijar su triste mirada en Deneb, ella con movimientos elegantes apartó el velo de su rostro, dejando ver sus lindas facciones, pero lo que atrapó a Harry en ese instante fue el miedo que reflejaban sus ojos grises. El miedo de la chica la hacía lucir como un ciervo a punto de ser cazado y en ese preciso instante se sintió tan poderoso, sensación que activó un fuego interior que no sabía que tenía.

—Si, acepto— pronunció secamente mientras taladraba a la chica con su penetrante mirada. Posteriormente se dignó a firmar el acta de matrimonio.

—Señorita Deneb Bettencourt, ¿acepta al señor Harry Jones, como su legítimo esposo, para amarlo y respetarlo tanto en la enfermedad como en la salud, en las buenas y en las malas hasta que la muerte los separe?— El hombre alza la mirada fijando sus ojos en la joven frente a él.

Deneb, nerviosa observó a Harry, quién la observaba con odio absoluto —di que no—, mencionó apenas audible el hombre, esperando que ella obedeciera a su casi muda petición.

—Acepto— dijo Deneb con voz fuerte y clara, por dentro los nervios la estaban consumiendo, pero mantuvo todas esas emociones al margen, manteniendo su postura implacable frente a su ahora esposo e invitados. Sin titubear tomo la pluma y firmó con pulso firme el acta de matrimonio.

—Entonces por el poder que la iglesia me otorga los declaro marido y mujer—, el hombre les dedica una amplia sonrisa—. ¡Puede besar a la novia!

Estaba hecho, ya no había vuelta atrás. Deneb y él estaban oficialmente casados. Todos sus sueños comenzaban a desmoronarse frente a sus ojos por los caprichos de su madre y el interés de una mujer sin escrúpulos como Deneb. En ese preciso momento deseaba ponerse a llorar y correr hasta los brazos de Gine, dejar que la pelirroja lo envolviera con su calor y ternura.

Harry se acercó a la rubia, posando sus grandes manos en su estrecha cintura apretando más de la cuenta, incrustrando sus grandes dedos en su piel. Deneb contuvo un lastimero quejido por el agarre, pero no pudo evitar jadear de sorpresa al sentir los labios de Harry sobre los suyos. Sentir los labios del hombre era como un maldito sueño y pese a la brusquedad de los movimientos se dejó hacer, correspondiendo con timidez al principio, para luego aferrarse al cuello de su ahora esposo y comerle la boca.

Los aplausos de los invitados se oyeron por toda la estancia, al separarse, Deneb se sentía acalorada y le dedicó una sonrisa a su esposo, sonrisa que él no correspondió. Salieron del salón tomados de la mano y avanzaron al salón donde se llevaría a cabo el evento. Lena, la madre de Harry se acercó a ellos para abrazarlos a ambos, llenando de besos el rostro de su hijo para luego abrazar con fuerza a Deneb.

—Cariño, te ves tan hermosa, eres como un ángel—, la mujer tomó las manos de la chica—. Harry es muy afortunado por tener a una esposa tan maravillosa como tú, les deseo que sean inmensamente felices y pronto Dios los bendiga con hermosos herederos.

—Gracias Lena, me esforzaré en ser una buena esposa para Harry—, musitó bajito mientras le dedicaba a la mujer una sonrisa temblorosa.

—Claro que lo serás querida, basta con que seas una esposa fiel y obediente—, dijo de pronto Viktor, el padre de Harry.

—Claro señor, Jones—. Comenzaba a sentirse incómoda en presencia de ambos, por lo que Harry la tomó de la mano sacándola de ahí.

—Mamá, papá, con Deneb debemos abrir el baile—. Sin agregar nada más se la llevó al centro de la pista.

Ambos bailaron, dejándose llevar por la música que inundaba el salón, rápidamente se les fueron sumando otras parejas a la pista, acompañándolos en su baile de recién casados. Harry, en ningún momento se dignó a mirarla ya que estaba pendiente de encontrar a Gine entre la gente. Por más que la buscó no logro encontrarla, sintiéndose demasiado miserable por hacer sufrir a quien más amaba.

—Ya es suficiente, Deneb—. Harry detuvo sus pasos y miró severamente a su esposa—, es hora de irnos a nuestro hogar. Hay algunas cosas que deseo aclarar contigo, reglas que debes de entender y para eso Winkler nos hará firmar un contrato, así que ahora más te vale sonreír por que nos despedimos de todos y nos iremos.

—Esta bien, pero no firmare nada extraño Jones, eso que te quede muy claro—. Alzó una de sus cejas mirándolo desafiante, aunque por dentro de moría de los nervios.

—Escuchame bien jodida zorra, vas a firmar cualquier mierda que te dé, de lo contrario no se entregará esa inmensa suma de dinero que mi padre piensa darle al tuyo para levantar sus empresas. Ahora más te vale ser una buena puta y siempre asentir y sonreír sumisamente a todas mis sugerencias—, acaricia la pálida mejilla de su esposa con dos de sus dedos—. Nada en este mundo es gratis, eso tú mejor que nadie debería de saberlo...

— ¡Eres un bastardo, Harry Jones!— Exclamó entre dientes mientras sus ojos grises se llenan de lágrimas.

—Lo sé y no me importa serlo con una puta oportunista como tú. Juro que te haré pagar cada maldita humillación que me hiciste pasar en la vida, cada humillación hacia los Winkler y en especial a Gine—. La tomó de la barbilla presionando la zona con brusquedad—. Gine es la mujer que amo, tu llevarás el título de mi esposa pero la única mujer en mi vida es ella.

Deneb, agacha la cabeza y aprieta sus puños con fuerza. Desea largarse a llorar en ese preciso instante, sin embargo, estoicamente contiene su tristeza. Comienza a conocer una faceta de Harry demasiado oscura, una llena de odio y resentimiento, una faceta que solo ella logra sacar. Su corazón duele, la opresión en su pecho es tal que por instantes le falta el aliento. Lo ama, lo ama con una intensidad tan insana que duele, duele por que él jamás corresponderá. Harry la odia, y esa es la realidad con la que de ahora en más deberá de lidiar.

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