


Capítulo 7 - La infidelidad no se perdona
Mi mujer salió de la parroquia y me regaló esa bella sonrisa. Debía disculparme por haber sido tan energúmeno y contestarle a ella de esa manera tan seca. No tenía por qué enojarme si ese tipo fue algo de ella en el pasado, fue su pasado, no debía afectarme. Pero si iba a preguntarle cuando estemos en la casa, quién era ese hombre y que tan importante fue en su vida, ahora teníamos una cena con mis padres.
—Hola, amor.
Besó mis labios y no la deje ir, alargué esa deliciosa sensación, Patricia besaba increíble.
—Estás preciosa, Diosa. Vamos, mis padres nos esperan para cenar.
—Que bien, ¿vamos a contarle de María Paula?
—Aún no, cuando nos la entreguen, que será máximo en dos semanas.
—Ya no veo la hora de tenerla en mis brazos.
—Me imagino que hablabas de nuestra futura hija con el padre Castro. —afirmó.
—Hay que bautizarla.
—Me lo imaginé. Como quieras Diosa.
Llegamos a uno de los restaurantes de nuestra cadena, mis padres nos estaban esperando en la zona de reservados. Ellos adoraban a mi esposa, dicen que las madres eran un radar para saber si le querían hacer daño a sus hijos, aunque se ven casos de casos. Por lo menos mi madre apreciaba de corazón a Patricia.
—Suegros. —Los besó en la mejilla.
—Mamá, papá.
Desde la muerte de mi hermano, ellos me sobreprotegían demasiado. Tanto que en muchas ocasiones les había salido con algo de altanería, después les pedía perdón, pero eso no desmeritaba mi patanería. Cuando Patricia intercede por mi madre y termino dándole la razón de que era el miedo a perder al hijo que les quedaba, si uno mira desde la perspectiva del otro, puede bajar la guardia y comprender, eso se lo debía a mi mujer. Aprender a mirar desde el otro ángulo antes de ofender. Esa es la base de la tolerancia, eso suele decir ella.
» Entonces esto es una despedida.
—Más o menos, los negocios contigo van mejores que nunca, te encargas de las dos cosas sin ningún problema. Nos vamos para Valledupar después del cumpleaños de Eros, que es este domingo.
—Sí. —dijo mi madre—. Elsa está loquita con los preparativos de su nieto. Aunque Eros es un ángel, todos lo son.
—Es entendible. —comentó Patricia. Nos trajeron la carta y cada uno pidió su plato—. Para ellos es el primer año que están juntos.
—Y mira que fue un nefasto año. —dije.
—Sí, lo importante es que salieron adelante. —comentó la vieja Katy—. Por ahora creo que mi hermana se radicará acá en Bogotá. Entre Eros, Ernesto y ahora Angélica vive enamorada de sus nietos. —Patricia y yo sonreímos ante la indirecta.
—¿Eso quiere decir que, si tenemos un hijo, ustedes se trasladan a Bogotá?
—Yo no pienso así. —dijo papá y lo veré—. Pero como yo no mando en eso, si no la señora aquí presente.
Señaló a mamá. Siempre he admirado el matrimonio de ellos, no era que fuera color de rosa, no me refiero a eso. Papá, ha tenido mucha paciencia con mi madre y sus depresiones, y tampoco meto las manos por mi padre ante la infidelidad, pero jamás hemos escuchado ni un solo rumor, si lo ha hecho ha sido muy prudente. Mis ojos solo han visto cómo se aman, respetan y comprenden, también se han peleado, ha dormido en el sofá cuando mi madre lo ha sacado de la habitación. Pero todo en el ámbito del respeto, ya tenían treinta y tres años de casados. Yo voy a cumplir treinta y uno en un par de meses.
—Más te vale. —Nos reímos—. Hijo, se me había olvidado de contarte.
—Chisme Valledupar en vivo.
Mi madre puso los ojos pequeñitos mientras mi esposa y padre tomaban agua para ocultar la risa.
—Respeto jovencito. ¿Te acuerdas de la hija de nuestros amigos, los Ariza? —Cristina fue novia mía en mi adolescencia.
—Claro mami, Cristina, ¿qué pasa con ella? Desde que salí del colegio no la volví a ver.
—¡Ay, hijo! Se convirtió en la desgracia de esa familia, imagínate que la pobre anda metida en tremendo chisme en Valledupar, las malas lenguas dicen que se volvió una mujer la cual ofrece servicios de placer. En otras palabras, es una, prepago. Y lo es desde hace mucho y nadie lo sabía. Bueno, no es tan chisme, porque hablé con Ariagna mi gran amiga y madre de Cristina. —Eso no me lo esperaba, Patricia comenzó a toser y estaba roja.
—¿Qué pasa, amor?
—Perdón, tomé agua y se me fue por mala parte. —Por estar ocultando las ganas de reírse.
—Por el galillo viejo, mija. —Todos reímos del comentario de mi madre, nos trajeron lo que habíamos pedido.
—Mamá cuando era amigo de Cristina era una niña de su casa.
—Si hijo y eso es lo que tiene a mi amiga afectada.
—¿Por qué es prepago? —preguntó Patricia, seguía roja por su ataque de tos.
—Fíjate, hija, No por eso. Si a ella le gusta es su vida, lo que le duele a Ariagna Ariza, mi amiga, el engaño por años, no les dijo nada.
—Mamá, y ¿el novio que tenía? Parecían bombril.
—La dejó, era su prometido. Por tantos años esa niña tuvo una doble vida. Es la mentira lo que le reprochan sus familiares, sobre todo su madre y novio, ese pobre hombre llevó muchos cuernos, lo engañó por tantos años, eso es lo que no le perdonan. Si no lo amaba, ¿qué le costaba dejarlo sano e hiciera con su vida y trasero lo que se le antojara? ¡Pero no!, mintió y ante los conocidos quedó como el tonto, el pobre salió huyendo de Valledupar, para un hombre es muy duro superar los cuernos.
—¿La dejó por tener ese pasado?
—No es pasado, Ariagna me dijo que su hija escogió la vida de placer.
—Ahí no hay de otra madre, pobre, me imagino el cacho que llevó el pobre tipo. —dije—. Eso es infidelidad. Y eso no se perdona, yo no lo hago.
—En este momento es la vergüenza de la familia y sabes cómo es la sociedad de Valledupar, los padres son los que andan llevando la desgracia, ella se encuentra feliz con su vida libertina.
—Como dice Alejandro, la infidelidad es imperdonable.
—Eso también lo dices tú.
—Sí, es cierto, la infidelidad y la pérdida de confianza son nefastas para una relación. ¿No piensas lo mismo, Diosa? —afirmó.
Nos despedimos de mis padres, y desde la conversación Patricia estaba muy callada. Le tomé de la mano.
» ¿Te preocupa algo, Diosa?
—No, solo pensaba en… como será mi vida cuando llegue nuestra pequeña.
—No me cortes mis momentos de sexo.
Sonrió, pero no lo hizo como otras veces. ¿Acaso no seré suficiente para ella? Otra vez mi inseguridad porque no la veo feliz. Tomados de la mano, subimos al auto, conduje con nuestras manos unidas. Llegamos a la casa, no veía la hora de estar abrazándola para demostrarle cuanto la amaba. Y espero con María Paula le pase lo que le ocurre, cuando mis padres siguieron hablando de los nietos la vi incómoda. Pero pronto dejaremos esa presión a un lado, eso espero. Siempre nos desvestíamos y vestíamos juntos. Para dormir lo hacíamos casi siempre desnudos, digo casi por qué en los días de periodo de Patricia ella dormía con ropa. Me lavé la boca, ella igual, antes de meternos en la cama le pregunté. Me conocía, no puedo quedarme sin saber la verdad.
—Diosa, hoy pasó algo que me enojó mucho y por eso te pido perdón por la manera tan seca con la que te contesté. Y antes de escuchar la palabra energúmeno te digo que hice la técnica del padre, alejarme un rato, dejar que la cabeza se enfriara y luego si pensar. —Ella sonrió y me miró fijamente.
—¿Con qué me vas a salir ahora, José Eduardo? —hice un puchero.
—Con nada, sin embargo, un hombre me hizo sentir que tenía derechos sobre ti. —Mi mujer arrugó la frente.
—Tú eres el único con tales derechos sobre mí, porque así lo decidí, así te lo digo a diario, no hay otro hombre en mi vida ni en el pasado tan importante como lo eres tú.
—Lo sé, por eso dejé el tema ahí, en todo caso el tipo se presentó como si nada ante mí y fue altanero al decir que yo no lo conocía, pero mi mujer sí fue tan osado, me exigió que te preguntara por Rodrigo Cifuentes…