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Ella continuó golpeando a Zorra. —¿No te duele horriblemente? —pregunté.

—Zorra, ¿te duele?

—Sí, Ama —gimió Zorra.

—¿Quieres que pare?

—No, Ama.

—¿Quieres correrte?

—Por favor, Ama.

Ama Oscura la azotó unas cuantas veces más con el látigo, dejando marcas en su piel, ninguna de ellas levantando ampol...