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Me giré hacia la habitación de la que había venido, esperando ver algo, cualquier cosa, pero no había nada. No había rastro de Adeline, ni de nadie. Estaba solo.

—¿Adeline? —llamé, con la voz temblorosa. Sonaba extraña, como si no me perteneciera. El eco rebotó hacia mí, pequeño y débil. El pasillo...