Capítulo cuarenta y dos

La muerte apesta.

Entumecida.

Así me sentía mientras me sentaba en una de las sillas de madera. No estoy segura de cuándo la gente comenzó a llenar los asientos vacíos. Mandy estaba a mi lado dándome palabras de consuelo mientras seguía llorando. Me preguntaban cómo estaba, yo estaba tan tranquila...

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